Lo Que Nos Dijo El Papa Francisco En Su Visita A Japon
El lunes 25 de noviembre tuvo lugar la misa del Papa Francisco en el estadio de Tokio. Junto con otros miembros de la parroquia de San Ignacio, tuve la oportunidad de asistir como miembro del coro, cantando en español el “Santo” de Alejandro Mejía.
Lo cierto es que ese día, con los nervios de que teníamos que cantar bien delante de todo el mundo, no había acabado muy bien de pensar en lo que iba a ocurrir.
Aunque la misa empezaba propiamente a las cuatro, la hora de reunión era mucho antes, a las nueve de la mañana. Aquí en Japón todo se organiza milimétricamente y con tiempo de sobra, con lo cual pensándolo bien no era demasiado de extrañar.
Después de pasar el control de seguridad, nos dirigimos a nuestros asientos del coro, desde los que pasaríamos la ceremonia.
Fue al acceder al asiento cuando empezamos a comprender la dimensión del acto, al contemplar desde el interior de la carpa las dimensiones del estadio de Tokio. Originalmente, el Tokio Dome es un estadio cubierto para partidos de béisbol, situado cerca de la estación de tren de Suidobashi, en el centro de la ciudad.
Cuando para eventos se utiliza la pista central, contando con los asientos de las gradas este recinto deportivo puede llegar a albergar a unos 55.000 espectadores, por lo que sus dimensiones son realmente enormes.
Así que nos dispusimos a hacer el ensayo, rodeados de los otros coros, que estaban principalmente formados por estudiantes de varios colegios. Todos tenían un nivel impresionante de canto; cuando llegó el turno de ensayar la canción oficial de la visita del Papa Francisco a Japón, “Protect All Life”, nos quedamos muy impresionados de la perfecta ejecución y la belleza de las voces.
Y poco a poco se fue acercando la hora de la llegada del Papa. El estadio paulatinamente se había ido llenando, y a eso de las tres de la tarde estaba a rebosar. Entró una larga columna de sacerdotes, que se fueron sentando en los asientos enfrente del escenario.
Fue entonces cuando empezó a subir el nerviosismo del público. Parecía haber indicios de que el Papa iba a entrar de un momento a otro, y de repente, una especie de trepidación parecía recorrer el estadio. Había gente en la parte central de la pista que se levantaba de sus asientos, y corrían de un lado para otro, como intentando anticipar por donde entraría el Papa Francisco al recinto.
Entonces se desató una especie de locura. El Papa entró sobre el papamóvil en el Tokyo Dome, y todo el estadio vibró de la emoción. Fue como una especie de explosión de júbilo y de gracia, estábamos todos realmente entusiasmados mientras el vehículo daba una vuelta alrededor de la pista central.
Ver a tanta gente, de todos los pueblos y razas, compartiendo tal felicidad era algo que yo personalmente no había visto nunca. El Papa abrazaba a niños que le acercaban, les besaba, los niños tan pequeños lloraban, y a uno le subía un nudo a la garganta de la emoción, de darse cuenta de lo extraordinario que era aquello que estaba teniendo lugar delante de nuestros ojos.
Empezó la misa, y cuando el Papa hizo la homilía en español, creo que todas las personas hispanoparlantes que estábamos allí sentimos algo muy especial. Escuchar al Papa en este país remoto, dirigiéndose a todos los fieles allí congregados en nuestro idioma, nos produjo una gran cercanía y la sensación de estar en nuestra propia casa. Y claro que estábamos en nuestra casa, esa era la casa de todos.
El Papa en su homilía habló de resistir en la sociedad japonesa a la competitividad y al consumismo, y de cómo los cristianos debíamos proteger todas las vidas, especialmente las de los más débiles. Fue una llamada a mantener la humanidad en medio de una sociedad en la que es muy fácil deshumanizarse, y a convertirnos los cristianos en levadura profética en mitad de este pueblo.
Cuando todo acabó, y el Papa abandonó el estadio de Tokio, nos quedamos todos con la sensación de haber sido bendecidos presenciando algo realmente extraordinario, que recordaríamos durante toda la vida. Esa alegría, esa gracia compartida por todos durante algo más de hora y media, desearíamos que nos acompañara siempre en nuestros corazones.
DG