¿Dónde está Dios?... se ve, o no se ve
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha. De nada vale que te diga, que vive en tu garganta. Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas, en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veces, en el templo; Dios está en el dolor que queda y en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca. Dios está en la mina y en la plaza.
Es verdad que Dios está en todas partes, pero hay que verle, sin preguntar que dónde está, como si fuera mineral o planta. Quédate en silencio, mírate la cara. El misterio de que veas y sientas, ¿no basta?
Pasa un niño cantando, tú le amas: ahí está Dios. Le tienes en la lengua cuando cantas, en la voz cuando rezas; y cuando preguntas que dónde está, es curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando ríes, en las venas cuando amas. Ahí está Dios, en ti; pero tienes que verle tú. De nada vale quién te lo señale, quién te diga que está en la ermita; de nada.
Has de sentirle tú, trepando, arañando, limpiando, las paredes de tu casa. De nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja; que se va de las manos del guerrero, aunque éste comulgue o practique cualquier religión, dogma o rama.
Huye de las manos del que rea, y no ama; del que va a misa, y no enciende a los pobres una vela de esperanza. Suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada, en el Hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre que te sucede cuando algo te encanta. Pero, de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa. Si te angustias ese hombre que se compra alpargatas, si te inquieta la vida del que sube y no baja, si te olvidas de ti y de aquellos, y te empeñas en nada, si sin porqué una angustia se te enquista en la entraña, si amaneces un día silbando a la mañana y sonríes a todos y a todos das las gracias, Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata
Gloria Fuentes