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¿Cómo está Dios?

 

 

Un día en un colegio católico, un niño de siete años estaba al pie de una larga escalera que daba a la capilla del colegio, esperando a que una religiosa, su maestra, bajara por ella.

 

Cuando la religiosa llega donde está el niño, éste le pregunta con toda naturalidad:

¿Cómo está Dios?”

¡Estupendamente!, ¡Está muy bien!”, le responde la religiosa

El niño con cara muy alegre le responde:

¡Ah, bueno!”. Y se marchó alegremente.

La religiosa en cambio se quedó meditando en la pregunta del niño, porque jamás, nadie le había preguntado ¿cómo está Dios?, ni ella misma se lo había preguntado.

Nosotros nos preocupamos más de lo que Dios puede darnos, que de Él mismo. La falta de afán por saber de Dioses una manifestación clara de poco amor.

¿Por qué este niño me pregunta por Dios?, ¿será que me ve como su familia?, se preguntaba la religiosa. Y una nueva pregunta le vino a la mente ¿yo realmente me veo y me siento como miembro de la familia divina? ¿estoy convencida de mi parentesco con Dios?

Esta historia y esta pregunta que se hace la religiosa nos la podemos hacer nosotros mismos, porque todos y cada uno somos miembro de la familia de Dios, pero no siempre somos conscientes de ello.


 

 

 

 

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