Un odre nuevo
(Mateo, 19:14· 17)
El vino nuevo se debe meter en un odre nuevo. Así las dos cosas durarán más tiempo.
El vino es la enseñanza. Las enseñanzas del Antiguo Testamento son la Torá y las enseñanzas del Nuevo Testamento es el Evangelio del Amor.
El odre representa los mandamientos. El mandamiento envuelve el vino que es la enseñanza, la protege y la conduce a actos concretos.
En el odre de las leyes de Moisés hay mandamientos que son minucias. El odre de Jesús lleva un solo mandamiento; “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado.”
Por eso, a Jesús no le gustaba el ayuno, la norma de lavarse las manos o las exigencias de guardar la ley del sábado. No quería que sus discípulos estuvieran atados a minucias. En un odre duro y viejo, el vino nuevo no duraría mucho.
La frase de “Amaos los unos a los otros”, pide que nos amemos con naturalidad, con una actitud abierta. Esta sensación de apertura es algo muy gratificante para nosotros.
Aunque por el contrario, también existe la posibilidad de que corran peligro los mandamientos ambiguos, si no existen cosas concretas. Una persona que tiene una fuerza de voluntad muy débil, corre el peligro de vivir perezosamente.
No se trata de elegir entre lo ambiguo o lo concreto, sino de introducir la Ley del Amor en las reglas concretas. Las reglas cobran su sentido con el amor. Ponerse la mascarilla nos da pereza en estos tiempos de calor… pero si nos concienciamos de que nos estamos poniendo la mascarilla, no solo para protegernos a nosotros mismos, sino para dar seguridad a otras personas, la fuerza de voluntad será mayor y la alegría será más profunda.
Nosotros somos creyentes y ciudadanos. Debemos cumplir muchas normas. Esforcémonos en meter en los odres el vino del amor.
J. Garralda Traducido del original en japonés