El Seguimiento De Cristo Y La Hospitalidad

 

¿Qué es el amor puro y por qué? En el evangelio Jesús nos pide seguirle a él antes que a nadie más, sea padre o madre, hijo o hija. Y que tomemos nuestra cruz de cada día tras él. Pero luego pasa al tema de “la hospitalidad”, que enlaza con la 1ra. lectura: la hospitalidad que una mujer ofrece al profeta Elías. Y se nos dice que en ambos casos esa hospitalidad será recompensada. Jesús dice: “el que ofrece un vaso de agua fresca a alguien, no quedará sin su paga”.

 

Es decir, ¿seguimos a Jesús antes que, a nadie, cargando con nuestra cruz de cada día, pero pensando en que así se nos recompensará e iremos al cielo?

Ahora bien, ¿por qué merece Jesús un amor mayor que el debido a los padres y a los hijos? Porque si los padres nos han dado la vida el alimento y la educación, Cristo nos ha dado su vida por nosotros, lo cual es mucho más, y nos alimenta y educa con su cuerpo y su evangelio. Y si los hijos son fruto del amor paternal y su retrato en carne, Cristo es imagen visible del Dios invisible, hecho hijo de María para ser nuestro hermano mayor y convertirnos en hijos de Dios.

Entonces volvamos a la pregunta inicial: ¿Qué es el amor puro?

En tiempos de la Reforma protestante, los defensores del amor puro afirmaban que el que ama realmente a otro, se olvida de sí mismo, no piensa en recompensa alguna y vive y vivre solo para el otro.

Pero mucho antes, el filósofo griego Aristóteles no pensaba así y decía que el amor más sincero es el amor por sí mismo. La madre más sacrificada por sus hijos se entrega a ellos y por ellos, porque los ve como una parte de sí mismo. También a los amigos los amamos porque son parte de nuestra vida. “Amigo, otro yo”, dice la definición. El amigo es parte de mi yo. Y Santo Tomás de Aquino decía que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, tal como dice también el Evangelio en otra parte. Esto no es mercantilismo espiritual. Es unir dos amores en uno. Esos vasos de agua ofrecidos, ese cargar a diario con la cruz del servicio generoso por amor y con alegría, ese seguir a Cristo antes que a nadie más, va todo ello encaminado a la “recompensa eterna” que legítimamente deseamos y esperamos, porque no es de algo material, que se compra con dinero, sino que es precisamente unirse por amor con Cristo para siempre. Así se une todo: seguimiento y hospitalidad, amor a sí mismo y al prójimo, todo es uno: amor a Dios, vivir en el amor de Dios eternamente, que esa es la meta de nuestro vivir. Y un ejemplo de la vida del mismo Santo Tomás de Aquino nos lo aclara. Escribía él mucho. Y un día se le apareció Jesús y le dijo: “Has escrito bien sobre mí, Tomás. ¿Qué deseas como recompensa? Y él contestó: “Solo a tí, Jesús”.

Que también hagamos nosotros lo mismo.

Termino con la poesía de la chilena Gabriela Mistral (1889-1957):


Padre: has de oír:
este decir
que se abre en los labios como flor.
Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.
Tuyo me sé
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.
Por cuanto soy
gracias te doy:
por el puro milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.
Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.
Tras el vivir dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer.
¡Dame, Señor hondo soñar.,
¡Hogar dentro de ti nos has de hacer!

 

 

 

j.v.c.