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Carta Apostólica

Admirabile Signum Del santo Padre francisco

 

Sobre el significado y el valor del Belén

Dado en Greccio, en el Santuario del pesebre, 1 de diciembre de 2019

 

  1. El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración, La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrirnos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él.

    Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas…Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza. Se aprende desde niños: cuando Papá y Mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en si una rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más confió en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada.
     
  2. El origen del pesebre encuentra confirmación ante todo en algunos detalles evangélicos del nacimiento de Jesús en Belén. El Evangelista Lucas dice sencillamente que María “dio luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada” (2,7). Jesús fue colocado en un pesebre; palabra que procede del latín: praesepium. El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como “el pan bajado del cielo” (Jn 6,41). Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros padres, había captado cuando escribía: “Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros” (serm.189,4). En realidad, el belén contiene diversos misterios de la vida de Jesús y nos los hace sentir cercanos a nuestra vida cotidiana.

     
  3. ¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve? En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros. Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida. En Jesús el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado.

    De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).

 

 

 

 

 
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