Las Manos De Dios

Los salmos continuamente nos repiten que Dios lo ha hecho todo con sus manos: el cielo es obra de tus dedos. Por ser cosa modelada, acariciada, y cuidada por el Señor, la creación es buena.

 

Tu y Yo y todos somos obra del alfarero, esas manos nos hicieron del polvo de la tierra:

“Él nos hizo y somos suyos” (salmo 99,3). Tus manos me hicieron y me formaron, exclama Job(Job 10,8).

 

Manos de pastor que nunca abandonan, conducen, vigorosas y seguras. Son manos que acompañan a lo largo de la vida. El Dios alfarero no nos crea con mimo y luego nos deja, sino que continuamente nos guía por los senderos de la vida. Son manos fuertes como las que conducían a Israel por el desierto. No caminamos solos. Son manos que nos cogen en brazos y nos alzan hasta su cuello para transportarnos: como el buen pastor hace con la oveja perdida.

 

Manos de Padre/ Madre que acogen a su hijo.

La mejor descripción de cómo son las manos de Dios nos la ha dado Cristo: Dios tiene manos de padre (en tus manos encomiendo mi espíritu), no venimos de las manos de un alfarero bondadoso ni de un pastor vigilante sino de las manos de un Padre.

Las manos de Dios son manos de padre que agarran a la espalda, dando un abrazo fuerte al hijo perdido que vuelve a casa; son manos que tuvieron desde el principio la ternura de una Madre: tú me sacaste del vientre de mi madre…del seno materno pase a tus manos, desde el vientre materno Tú eres mi Dios. (Sal 22,10-11).

 

(Del itinerario de iniciación y profundización en la experiencia de Dios, espiritualidad de San Ignacio)