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Jesús, Maestro Y Mentor

Jesús, por medio de sus palabras, sus preciosas parábolas, sus sermones, sus milagros y sus acciones, en general, nos está enseñando, como maestro, lo que es el Reino de Dios, que como dice Él y recoge Lucas 7, 21, dicho Reino “está dentro de nosotros”.

 

Jesús enseña con sus acciones lo que predica con sus palabras. Respecto a la etapa de vida oculta de Jesús, es interesante leer lo que expresa el teólogo alemán Kart Rahner :” Ese silencio de Jesús resulta de una importancia máxima. Es un silencio elocuente .Es la aceptación por Dios de lo habitual en la vida humana. Lo que Jesús dice de sí mismo durante su vida pública es lo que personalmente fue en su vida normal y oculta”.

 

Jesús se compadece de la multitud que contempla, abandonada como ovejas sin pastor y “se puso a enseñarles largamente” (Lc. 6, 34). En Juan 6, 22-71 leemos el gran sermón eucarístico en que se presenta como el “pan de vida”. El que come de este pan, vivirá eternamente; esto escandaliza a muchos discípulos del Maestro, que se retiran por lo que Jesús, dirigiéndose a “los doce” les dice si ellos también se quieren ir. Pedro toma una vez más la palabra:” Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos que eres el Santo de Dios”.

 

Jesús, como maestro, nos enseña a que creamos en Él, en su palabra, en su mensaje, en su divinidad; pero no solo es maestro sino también mentor, es decir, tutor, consejero, director espiritual, que de todas estas formas podría calificarse su misión. Se ha dicho que “un maestro imparte conocimientos y un mentor, sabiduría”. Un maestro habla a la cabeza, al entendimiento a través de la vista y el oído; un mentor habla al corazón, es decir: el maestro enseña a muchos; el mentor enseña a “cada uno en particular “, buscando un acuerdo de ideas, un compromiso personal. Un maestro busca discípulos; un mentor, creyentes que sigan el camino trazado para cada uno.

 

Jesús actúa, pues, como director o consejero espiritual muchas veces. Así vemos en Mateo 16, 24 cómo dice “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. En Juan 3, 1 y siguientes, se señala que: “ Rabbí, sabemos que has venido como maestro”, y poco después trata personalmente con Nicodemo para orientarlo hacia el verdadero camino, para lo cual dice que “necesita nacer de nuevo”. Jesús busca que el yo, que el “ego” viejo, muera y nazca un yo nuevo. En Jn, 12, 24, lo expresa en parábola: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, dará mucho fruto”.

 

Jesús, como mentor, nos enseña en otro pasaje precioso que no nos preocupemos de comer y beber, sino de buscar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se nos dará por añadidura.

 

Finalmente, el episodio de la llamada personal a Leví Mateo, a su conversión y vocación apostólica, así como el momento que el mismo Mateo recoge en el capítulo último de su evangelio, 28 ,versículos 19 y 20, nos indica que debemos imitarlo en cuanto a nuestra relación con el prójimo, pues nos dice claramente: “Id, pues, y enseñad a todas las gentes a observar cuanto yo os he mandado”, es decir, instaura el deber, como discípulos suyos, de dar testimonio de su Palabra ante el mundo entero.

 

(Por José Mª Catret Suay) 

 

 

 

 

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