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En La Bolsa Del Cielo

Las riquezas que cuentan son las reconocidas por la «Bolsa del cielo». Y no coinciden con las lógicas ávidas de los hombres, destinadas a ser presa de «la polilla y la herrumbre», pero también a desencadenar guerras. Así, el verdadero secreto es comportarse como administradores auténticos que ponen todos los bienes «al servicio de los demás». Estos son los consejos prácticos que dio el Papa en la misa celebrada el viernes 19 de junio, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.

 

«Jesús vuelve a una catequesis muy querida por él: la catequesis sobre las riquezas», observó enseguida el Papa Francisco, releyendo el pasaje evangélico de hoy (Mt 6, 19-23). Y «aquí es muy claro su consejo: “No amontonéis tesoros en la tierra”». Pero Jesús explica también el porqué: «Donde la polilla y la herrumbre corroen y donde los ladrones socavan y roban». En definitiva, afirmó el Papa, «Jesús nos dice que es peligroso jugar con esta actitud de amontar tesoros en la tierra». Es verdad, reconoció el Pontífice, tal vez «en la raíz de esta actitud esté el deseo de seguridad». Como si uno dijera: «Quiero estar seguro y, por eso, tengo este ahorro».

Pero «las riquezas no son como una estatua, no están firmes: las riquezas tienen la tendencia a crecer, a moverse, a ocupar el puesto en la vida y en el corazón del hombre». Y «así este hombre, que para no convertirse en esclavo de la pobreza amontona riquezas, acaba por ser esclavo de las riquezas». De ahí el consejo de Jesús: «No amontonéis tesoros en la tierra». Por lo demás, añadió el Papa, «las riquezas también invaden el corazón, se apoderan del corazón y corrompen el corazón. Y este hombre termina por corromperse con esta actitud de amontar riquezas».

Así pues, el Papa Francisco recordó que «Jesús, en otra catequesis, sobre el mismo tema, habló del hombre que había tenido una buena cosecha de grano y pensaba: “¿Qué haré ahora? Voy a demoler mis graneros y edificaré otros más grandes”». Pero el Señor dice: «¡Necio! Morirás esta misma noche». Y «este —explicó el Papa— es un segundo rasgo de esta costumbre: el hombre que amontona riquezas no se da cuenta de que deberá dejarlas».

En el pasaje evangélico de hoy, «Jesús habla de la polilla y la herrumbre: pero, ¿cuáles son? Está la destrucción del corazón, la corrupción del corazón y también la destrucción de las familias». Y así, el Pontífice recordó también «a aquel hombre que fue a decirle a Jesús: “Por favor, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”». Y, una vez más, se repite el consejo del Señor: «Estad atentos y guardaos de las riquezas».

Pero «en este discurso va más allá», precisó el Papa. Y «el pasaje que sigue al que se ha leído es muy claro: nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o se entregará a uno y despreciará al otro». En suma, dice el Señor, «no podéis servir a Dios y al dinero».

Pensemos, sugirió el Papa Francisco, «cómo es nuestro corazón, cómo es la luz de nuestro corazón, cómo es el ojo de nuestro corazón: ¿es sencillo?». En efecto, dice el Señor en el mismo Evangelio de Mateo, que «todo el cuerpo será luminoso». Pero si, al contrario, «es malo, si está apegado a su propio interés y no a los demás, será un corazón tenebroso». Y precisamente «esto es lo que hacen las riquezas a través de los vicios y la corrupción: hacen que el corazón sea tenebroso cuando el hombre está apegado a ellas.

El Papa concluyó recordando que «en la celebración de la Eucaristía el Señor, que es tan rico —¡tan rico!—, se hace pobre para enriquecernos». Precisamente «con su pobreza nos enseña este camino de no amontonar riquezas en la tierra, porque corrompen». Y, «cuando las tenemos, a usarlas como administradores, al servicio de los demás».

 

 (Meditación del Santo Padre Francisco, 19 de junio de 2015)

 

 

 

 

 
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