Almas Maquilladas

Los hipócritas viven de «apariencia». Y como «pompas de jabón» esconden la verdad a Dios, a los demás y a sí mismos, ostentando una «cara de estampita» para «maquillar la santidad». De este riesgo advirtió el Papa Francisco en la celebración eucarística del viernes 20 de octubre en Santa Marta, invitando a desenmascarar «la justificación de la apariencia» —decir una cosa y hacer otra— y pidiendo dar siempre espacio a la «coherencia de vida» y a la «verdad».

 


«En la primera lectura —hizo notar el Papa enseguida refiriéndose al pasaje de la carta a los Romanos (4, 1-8)— el apóstol Pablo continúa enseñándonos cuál es el verdadero perdón de Dios, el que es gratuito, el que viene de la gracia, de su voluntad y no el que nosotros pensamos que tenemos por nuestras obras». Por otro lado, explicó Francisco, «nuestras obras son la respuesta al amor gratuito de Dios que nos ha justificado y que nos perdona siempre». Y «nuestra santidad es precisamente recibir siempre este perdón». Por tal razón el pasaje de la carta de Pablo «termina citando el salmo que hemos rezado: “¡Dichoso el que es perdonado de su culpa y le queda cubierto su pecado! Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito”».


«Es el Señor —señaló el Pontífice— que nos ha perdonado el pecado original y que nos perdona cada vez que vamos donde Él». De hecho, añadió, «nosotros no podemos perdonarnos nuestros pecados con nuestras obras: solo él perdona». Por nuestra parte, explicó, «no podemos responder con nuestras obras a este perdón».


Pero «Jesús, en el Evangelio, nos hace entender otra manera, otra forma de buscar la justificación: no por la gratuidad del Señor, no por nuestras obras». Y así «hace ver esos que se creen justos por las apariencias: aparecen como justos y a ellos les gusta hacer esto y saben poner la “cara de estampita”, como si fueran santos». Sin embargo «son hipócritas: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”» se lee en el pasaje evangélico de Lucas (12, 1-7). «Dentro, él mismo ha dicho que está todo sucio, pero por fuera —explicó Francisco— se hacen ver como justos, como buenos: a ellos les gusta pasear y dejarse ver bien elegantes, ostentar cuánto rezan y cuánto ayunan, cuánta limosna dan».


Pero, advirtió el Papa, «todo es aparentar, aparentar, pero dentro del corazón no hay nada, no hay sustancia en esa vida, es una vida hipócrita: es decir, como dice la palabra, abajo está la verdad y la verdad es nada».


Y por esto, afirmó el Pontífice, «es sabio el consejo de Jesús delante de esta gente: haz lo que dicen porque dicen verdad, pero no lo que hacen porque hacen lo contrario». De hecho, insistió Francisco, «estos maquillan el alma, viven del maquillaje: la santidad es un maquillaje para ellos». Sin embargo, «Jesús siempre nos pide ser veraces, pero veraces dentro del corazón: y si algo aparece, que aparezca esta verdad, la que está dentro del corazón».


Precisamente por esta razón Jesús da «ese consejo: cuando tú rezas, hazlo escondido; cuando tú ayunes, allí sí, pero maquíllate un poco, para que nadie vea en el rostro la debilidad del ayuno; y cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, hazlo a escondidas».


En resumen, Jesús aconseja exactamente «lo contrario de lo que hace esta gente: aparentar». En ellos está «la justificación de la apariencia: son pompas de jabón que hoy están y mañana ya no están». Sin embargo «Jesús nos pide coherencia de vida, coherencia entre lo que hacemos y lo que vivimos».


«La falsedad hace mucho mal, la hipocresía hace mucho mal: es una forma de vivir» hizo presente el Pontífice. «En el salmo —recordó— hemos pedido la gracia de la verdad delante del Señor» y «es bonito lo que hemos pedido: Señor, te he hecho conocer mi pecado, no lo he escondido, no he cubierto mi culpa, no he maquillado mi alma». Y el salmo 31 recita así: «He dicho: “Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías” y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado». «Siempre la verdad delante de Dios, siempre», exhortó el Papa. «Y esta verdad delante de Dios —explicó— es la que hace espacio para que el Señor nos perdone; sin embargo, la hipocresía» es exactamente lo contrario. Tanto que «al principio esta gente sabe» que es «hipócrita, dice una cosa y no la hace: pero con la costumbre también ellos creen que son justos».


Por ejemplo, sugirió Francisco, «pensemos en la oración de ese doctor de la ley delante del altar: “Te doy gracias, Señor, ¡muchas gracias!”».


Pero no añade «porque me has perdonado» sino que dice: «porque no soy como los otros, yo hago todo lo que se debe hacer». Y, prosiguió el Papa, «después gira la cabeza: “Ni tampoco soy como ese que ha hecho esto, esto, esto...”».


Las personas hipócritas «acusan siempre a los otros, pero no han aprendido la sabiduría de acusarse a sí mismos» concluyó el Pontífice, invitando a pedir al Señor, con las palabras del salmo 31, «la gracia de la verdad interior y de poder decir con verdad: “te he hecho conocer mi pecado, no lo he escondido, no he cubierto mi culpa”»

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 43, viernes 27 de octubre de 2017