No A Un Dinero Que Gobierna En Lugar De Servir

57. Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios.

La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón.
Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder.
Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona.
En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado.
Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud.
La ética —una ética no ideologizada— permite crear un equilibrio y un orden social más humano.
En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida.
No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos» [55].

58. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto.
¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos.
Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano.

 

(Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium)