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La Relación Con Dios Es Gratuita, Es Una Relación De Amistad

De estos, de sus maestros, de los doctores de la Ley, Jesús había dicho: “¡Ay de vosotros que recorréis cielo y mar para hacer un prosélito, y cuando ya lo es, los hacéis peor que antes! Lo hacéis hijo de la gehena”. Esto es más o menos lo que dice Jesús en el capítulo 23 de Mateo (cf. v.15). Esta gente que era “ideológica”, más que “dogmática”, era “ideológica”, había reducido la Ley, el dogma a una ideología y “se debe hacer esto, y esto, y esto”: una religión de prescripciones, y con esto quitaban la libertad del Espíritu. Y la gente que los seguía era gente rígida, gente que no se sentía a gusto, no conocían la alegría del Evangelio. La perfección del camino para seguir a Jesús era la rigidez: “Hay que hacer, esto, esto, esto...”. Esta gente, estos doctores “manipulaban” las conciencias de los fieles y, o los volvían rígidos o se marchaban.

 

Por esta razón, me lo repito muchas veces y digo que la rigidez no es del buen Espíritu, porque pone en tela de juicio la gratuidad de la redención, la gratuidad de la resurrección de Cristo. Y esto es una cosa vieja: durante la historia de la Iglesia, esto se ha repetido. Pensemos en los pelagianos, en estos... estos rígidos, famosos. Y también en nuestros tiempos hemos visto algunas organizaciones apostólicas que parecían realmente bien organizadas, que trabajaban bien... pero todos rígidos, todos iguales entre sí, y luego supimos de la corrupción que había dentro, incluso en los fundadores.


Donde hay rigidez no está el Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es libertad. Y esta gente quería seguir los pasos eliminando la libertad del Espíritu de Dios y la gratuidad de la redención: “Para ser justificado, debes hacer esto, esto, esto, esto...”. La justificación es gratis. La muerte y resurrección de Cristo es gratuita. No se paga, no se compra: ¡es un don! Y estos no querían hacer esto.


El camino es hermoso [el modo de proceder]: los apóstoles se reúnen en este concilio y al final escriben una carta que dice: «Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables» (Hch 15,28), y ponen estas obligaciones más morales, de sentido común: no confundir el cristianismo con el paganismo, abstenerse de la carne ofrecida a los ídolos, etc. Y al final, estos cristianos que estaban turbados, reunidos en asamblea, recibieron la carta y «la leyeron y se llenaron de alegría al recibir aquel aliento» (v. 31). De la turbación a la alegría. El espíritu de rigidez te lleva siempre a la turbación: “¿Pero lo hice bien? ¿No lo hice bien?”. El escrúpulo. El espíritu de libertad evangélica te lleva a la alegría, porque esto es exactamente lo que hizo Jesús con su resurrección: ¡ha traído la alegría! La relación con Dios, la relación con Jesús no es una relación así, de “hacer cosas”: “Yo hago esto y Tú me das esto”. Una relación así, digo —que el Señor me perdone— comercial: ¡no! Es gratis, así como la relación de Jesús con los discípulos es gratis. «Vosotros sois mis amigos» (Jn 15,14). “No os llamo siervos, os llamo amigos” (cf. v. 15). «No me habéis elegido vosotros a mí; más bien os he elegido yo a vosotros» (v.16): esta es la gratuidad.


Pidamos al Señor que nos ayude a discernir los frutos de la gratuidad del evangelio de los frutos de la rigidez no evangélica, y que nos libere de cualquier turbación de aquellos que ponen la fe, la vida de fe bajo las prescripciones casuísticas, las prescripciones que no tienen sentido. Me refiero a esas prescripciones que no tienen sentido, no a los Mandamientos. Pidámosle que nos libere de este espíritu de rigidez que te quita la libertad.

 

 
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