Beatificación De Justo Takayama Ukon

El pasado martes 7 de febrero fue beatificado en Osaka (Japón), Justo Takayama Ukon, un samurái del siglo XVI que prefirió renunciar a sus bienes, vivir en la pobreza y morir en el exilio antes que renunciar a su fe católica.

En representación del Santo Padre Francisco, presidió la Ceremonia de Beatificación el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las causas de los santos.

La ceremonia se realizó en el estadio Osaka-jo Hall y fue transmitida por la televisión japonesa. Tuvo una duración de tres horas y contó con más de 10 mil asistentes.

El cristianismo llegó a Japón en 1549 y fue introducido por el misionero jesuita San Francisco Javier. Tres años después, en 1552, nació Takayama Ukon, quien fue bautizado a la edad de 12 años y recibió el nombre de Justo. Su familia, que era noble, ayudaba en las actividades misioneras en Japón y eran protectores de cristianos y misioneros jesuitas.

Durante su homilía, el Cardenal Amato dijo que la Iglesia de Japón había sido bendecida con el testimonio de muchos mártires y que Justo Takayama Ukon era “un espléndido testimonio de Cristo para toda la Iglesia”.

“Estaba fascinado con Jesucristo, con su trabajo de caridad y su sacrificio para la redención. Esta convicción lo transformó en un promotor de la evangelización en Japón.

Fue un auténtico testigo y guerrero de Cristo, no con armas sino con su ejemplo y su palabra. “Fundó diferentes comunidades cristianas y seminarios en Azuchi y ‎Takatsuki para la formación de misioneros y catequistas. Su trabajo fue muy arriesgado”, dijo el Cardenal Amato.

Como samurái de alto rango de la nobleza de Japón, Takayama participó en varias batallas y, además, era reconocido por el Canciller del país, Toyotomi Hideyoshi, antes de que este último iniciara la persecución contra los cristianos.

“Justo no consideró el Evangelio como algo separado de la cultura de Japón. Siempre estuvo centrado en el Evangelio. Fue cercano a los sacramentos, la oración en silencio y con los misioneros” dijo el Cardenal.

En 1587, cuando se había iniciado la persecución contra la Iglesia en su país, Takayama y su padre abandonaron sus tierras y honores para no luchar contra sus hermanos y mantener la fe. Perdió todos sus privilegios y prefirió una vida pobre”.

Luego, cuando el shogun Tokugawa prohibió definitivamente el cristianismo en 1614, Takayama fue al exilio y lideró un grupo de 300 católicos japoneses que partieron a las Filipinas. Después de su llegada a las Filipinas, Takayama “supo que el Señor lo había preparado para el martirio, no de sangre, pero sí de una lenta y prolongada muerte con muchos sufrimientos”.

El ahora beato murió el 3 de febrero de 1615, después de haber sido exiliado a Filipinas debilitado por la persecución en Japón.

Por décadas la fe católica hizo incursiones dramáticas antes de caer bajo la persecución oficial a fines de los siglos XVI y XVII, que obligó a los cristianos a permanecer en la clandestinidad.

Finalmente, el Cardenal Angelo Amato aseguró que “la beatificación de Justus es una semilla evangélica que la Providencia esparció en Japón y en el mundo”.

“El ejemplo de nuestro beato nos impulsa a todos nosotros a una vida de fe y fidelidad al Evangelio de Jesucristo”, concluyó el cardenal Amato.

 

Fuente: https://www.aciprensa.com/noticias/beatifican-al-samurai-de-cristo-en-japon-89704/

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