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Epifania Del Señor

5 de Enero de 2019

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Cristo es luz y salvación de Dios para todas las naciones, este es el mensaje de la liturgia de hoy. La visión luminosa de Isaías se ve realizada en la persona de los Magos de oriente, “extranjeros” que guiados por la estrella, encuentran al rey de los judíos. Aquí comienza la manifestación del misterio o proyecto salvador de Dios para todos los pueblos-.

 

ORACION

Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen


PRIMERA LECTURA: Is 60:1-6

El pueblo exiliado en Babilonia ha vuelto. La ciudad está aún por reconstruir, pero el profeta ve y anuncia la gloria de esta reconstrucción. La liturgia descubre en este texto un anuncio de la nueva luz, del nuevo Reino que llega por medio del Mesías, a todos los pueblos.


SALMO RESPONSORIAL: Sal 72:2-4,7-8,10-11,12-13

R/ SE POSTRARAN ANTE TI, SEÑOR, TODOS LOS REYES DE LA TIERRA

 

  1. ¡Glorifica al Señor, Jerusalén, 
alaba a tu Dios, Sión!
    
El reforzó los cerrojos de tus puertas 
y bendijo a tus hijos dentro de ti. /R
     
  2. El asegura la paz en tus fronteras 
y te sacia con lo mejor del trigo.

    Envía su mensaje a la tierra, 
su palabra corre velozmente. /R
     
  3. Revela su palabra a Jacob, 
sus preceptos y mandatos a Israel:

    a ningún otro pueblo trató así 
ni le dio a conocer sus mandamientos. /R


SEGUNDA LECTURA: Ef 3:2-3,5-6

Pablo nos habla de la novedad del Evangelio. La gracia de Dios supera las barreras del pueblo de Israel y es buena noticia para los hombres y mujeres del mundo entero.


ACLAMACION DEL EVANGELIO Mr2:2

Aleluya, aleluya Hemos visto salir su estrella, y venimos a adorarlo. Aleluya.


EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO. Mt 2:1-12

El relato de la visita de los Magos de Oriente a Jesús recién nacido, es una invitación a buscar siempre al Señor y a vivir para adorarlo.


TEMA: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?»

Epifanía: la palabra indica la manifestación del Señor quien, como dice san Pablo en la segunda lectura (cf. Ef 3,6), se revela a todas las gentes, representadas hoy por los magos. Se desvela de esa manera la hermosa realidad de Dios que viene para todos: Toda nación, lengua y pueblo es acogido y amado por él. Su símbolo es la luz, que llega a todas partes y las ilumina.

 

Ahora bien, si nuestro Dios se manifiesta a todos, sin embargo, produce sorpresa cómo se manifiesta. El evangelio narra un ir y venir entorno al palacio del rey Herodes, precisamente cuando Jesús es presentado como rey: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?» (Mt 2,2), preguntan los magos. Lo encontrarán, pero no donde pensaban: no está en el palacio real de Jerusalén, sino en una humilde morada de Belén. Asistimos a la misma paradoja en Navidad, cuando el evangelio nos hablaba del censo de toda la tierra en tiempos del emperador Augusto y del gobernador Quirino (cf. Lc 2,2). Pero ninguno de los poderosos de entonces se dio cuenta de que el Rey de la historia nacía en ese momento. E incluso, cuando Jesús se manifiesta públicamente a los treinta años, precedido por Juan el Bautista, el evangelio ofrece otra solemne presentación del contexto, enumerando a todos los “grandes” de entonces, poder secular y espiritual: el emperador Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Filipo, Lisanio, los sumos sacerdotes Anás y Caifás. Y concluye: «Vino la palabra de Dios sobre Juan en el desierto» (Lc 3,2). Por tanto, no sobre alguno de los grandes, sino sobre un hombre que se había retirado en el desierto. Esta es la sorpresaHe aquí la sorpresa: Dios no se manifiesta ocupando el centro de la escena.

 

El evangelio nos muestra, por así decirlo, una pequeña lista de regalos: oro, incienso y mirra. El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar. Se le adora. Pero para hacerlo es necesario que nosotros mismos cedamos el primer puesto, no considerándonos autosuficientes sino necesitados. Luego está el incienso, que simboliza la relación con el Señor, la oración, que como un perfume sube hasta Dios (cf. Sal 141,2). Pero, así como el incienso necesita quemarse para perfumar, la oración necesita también “quemar” un poco de tiempo, gastarlo para el Señor. Y hacerlo de verdad, no solo con palabras. A propósito de hechos, ahí está la mirra, el ungüento que se usará para envolver con amor el cuerpo de Jesús bajado de la cruz (cf. Jn 19,39). El Señor agradece que nos hagamos cargo de los cuerpos probados por el sufrimiento, de su carne más débil, del que se ha quedado atrás, de quien solo puede recibir sin dar nada material a cambio. La gratuidad, la misericordia hacia el que no puede restituir es preciosa a los ojos de Dios. La gratuidad es preciosa a los ojos de Dios. En este tiempo de Navidad que llega a su fin, no perdamos la ocasión de hacer un hermoso regalo a nuestro Rey, que vino por nosotros, no sobre los fastuosos escenarios del mundo, sino sobre la luminosa pobreza de Belén. Si lo hacemos así, su luz brillará sobre nosotros.
 

 

 
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