La Presentacion Del Señor

2 de febrero de 2019

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

La liturgia de hoy nos presenta al Salvador. El profeta ve al mensajero del Señor que entra en el santuario. Pablo lo ve en todo parecido a los hombres, sus hermanos. Y es Simeón el que siente la alegría de ese niño que es el Salvador.

 

ORACION


Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen

 

PRIMERA LECTURA: Ml 3:1-4

Cada uno de nosotros es un mensajero de la palabra de Dios. Debemos ir por la vida preparando el corazón de nuestros hermanos para que se encuentren con Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 24:3-4, 5-6. 8 y10

R/ ¿Quién ES ESE REY DE LA GLORIA? ES EL SEÑOR.

  1. ¡Puertas, levanten sus dinteles, 
levántense, puertas eternas, 
para que entre el Rey de la gloria!. /R
  2. ¿Y quién es ese Rey de la gloria? 
Es el Señor, el fuerte, el poderoso, 
el Señor poderoso en los combates. /R
  3. ¡Puertas, levanten sus dinteles, 
levántense, puertas eternas, 
para que entre el Rey de la gloria!. /R
  4. ¿Y quién es ese Rey de la gloria? 
El Rey de la gloria es 
el Señor de los ejércitos. /R

 

SEGUNDA LECTURA: Hb 2:14-18

Jesús se hace hombre para mostrarnos que es posible vivir como auténticos hijos de Dios.

 

ACLAMACION DEL EVANGELIO Lc 2:32

Aleluya, aleluya Señor, ahora, ya puedes dejar que tu siervo muera en paz. Aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS Lc 2:22-40


Son los santos, como Simeón y Ana los que saben reconocer a Jesús entre la gente. También hoy Jesús se nos acerca de muchos modos distintos. Pidamos un corazón capaz de reconocer y mostrárselo a la gente.


TEMA: «Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios»

«Tened en las manos las lámparas encendidas» (Lc 12,35). A través de este signo visible, demos muestras del gozo que compartimos con Simeón llevando en sus manos la luz del mundo... Seamos ardorosos por nuestra devoción y resplandecientes por nuestras obras, y junto con Simeón llevaremos a Cristo en nuestras manos... La Iglesia tiene hoy la costumbre tan bella de hacernos llevar cirios... ¿Quién es que hoy, teniendo en su mano la antorcha encendida no se acuerda del bienaventurado anciano? En este día tomó a Jesús en sus brazos, el Verbo presente en la carne, como lo es la luz en el cirio, dando testimonio de que era «la luz destinada para iluminar a las naciones». Ciertamente que el mismo Simeón era «una lámpara ardiente y luminosa» dando testimonio de la luz (Jn 5,35; 1,7). Es para eso que, conducido por el Espíritu Santo del que estaba lleno, fue al Templo «para recibir, oh Dios, tu misericordia en medio de tu Templo» (Sl 47,10) y proclamar que ella era la misericordia y la luz de tu pueblo.      Oh anciano irradiando paz, no sólo llevabas la luz en tus manos, sino que estabas penetrado de ella. Estabas tan iluminado por Cristo que veías por adelantado cómo él iluminaría a las naciones..., cómo estallaría hoy el resplandor de nuestra fe. Alégrate ahora, santo anciano; hoy ves lo que tú habías previsto: las tinieblas del mundo se han disipado; «las naciones caminan a su luz»; «toda la tierra está llena de tu gloria» (Is 60,3; 6,3). 

 

Para la reflexión

Venir al templo, padres e hijos, es respirar otro aire, dar sentido a las aventuras de cada día, celebrar que somos más que hombres y mujeres, somos de Dios y vamos a Dios.
Y ojalá que hoy, aquí y ahora, hable también el Espíritu a través de cada uno de nosotros.
Que sus ojos vean la luz de Cristo.
Que sus oídos escuchen su voz.
Que sus labios se abran y alaben a Dios.
Que sus corazones experimenten la paz del perdón.
Y no olviden la espada del dolor, tan presente en la vida de cada día, y la espada de la soledad y la espada de la tentación de la carne y la espada de las mil preguntas sin respuesta y la espada de la muerte.
Cuanto más queridos, más probados.
Cuanto más queridos, más llamados a vivir la profundidad, la espada de la fe.