Tercer Domingo De Pascua

26 de ABRIL de 2020

 

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

El anuncio mas importante de la fe cristiana es que Cristo ha resucitado, que camina con los suyos, hablando y compartiendo y que permanece para siempre entre nosotros como realidad liberadora de toda esclavitud.

ORACION

Oh Dios, fuente de la esperanza y que por medio de la resurrección de Cristo nos has mostrado el camino hacia una vida nueva. Haz que abramos siempre nuestro corazón a Cristo, caminante con nosotros en nuestra vida de fe, y que podamos compartir con todos la alegría de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen

 

PRIMERA LECTURA: Hch 2:14,22-33

Pedro anuncia el mensaje más importante de la fe cristiana: Jesús ha resucitado, está vivo y es fuente de salvación para toda la humanidad.


SALMO RESPONSORIAL: Sal 16:8,10,11

R/ EL SEÑOR ME ENSEÑARA LA SENDA DE LA VIDA

  1. Ante mí tengo siempre al Señor,
    Porque está a mi derecha, jamás vacilaré. R/.

     
  2. Pues tú no darás mi alma a la muerte,
    Ni dejarás a que se pudra tu amigo. R/.

     
  3. Me enseñarás la senda de la vida,
    Gozos y plenitud en tu presencia,
    Delicias para siempre a tu derecha. R/.


SEGUNDA LECTURA: 1P 1:17-21

San Pedro nos invita a no olvidarnos nunca del precio que hubo de pagar Cristo por nuestra salvación.


ACLAMACION DEL EVANGELIO Lc 24:32

Aleluya, aleluya. Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya


EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS Lc 24:13-35

La historia de los discípulos de Emaús es una invitación a reconocer la presencia de Jesús en nuestra vida de todos los días. Leamos el relato y pidamos al Señor que nos abra, también a nosotros, los ojos del corazón.

 

TEMA: "QUÉDATE CON NOSOTROS”


Las palabras clave para este tercer domingo de Pascua son “quédate con nosotros”, porque estamos en tiempos de crisis, con la pandemia, y por eso necesitamos de la presencia del Señor, porque parece que “atardece”, no parece que “amanezca” aún, aunque tenemos la esperanza de que el Señor que está con nosotros lo hará y se vencerá en esta lucha no sólo contra los virus encontrando una vacuna que los venza, sino en la lucha por un mundo mejor, de más caridad y justicia.

Pensemos un poco en los discípulos de Emaús, que son los que dicen a Jesús “quédate con nosotros que atardece” ...

Se muestran hospitalarios. Invitan a Jesús a pasar la noche en su casa.

Saben escuchar atentamente lo que ese viajero que les acompaña por el camino les dice sobre el Mesías.

Le reconocen al partir el pan: la Eucaristía. El pan de vida, el Cuerpo del Señor que nos alimenta y transforma. Por eso, luego, cuando se dan cuenta de que el compañero del camino es Jesús, dicen “¿no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y explicaba las Escrituras acerca de los sufrimientos del Mesías?

Vuelven a Jerusalén, para compartir su gozo con los demás discípulos, aunque sea ya de noche y el camino sea cuesta arriba.

De este modo, también nosotros debemos correr por la vida para llevar nuestra fe y gozo a los demás.

Y una segunda mirada a Jesús, la más importante, nos lo muestra paciente, sabe escuchar las penas y desilusiones de los demás antes de hablar y enseñar...

El santo Papa Juan Pablo II en su carta apostólica “Mane nobiscum Domine” n.19, dice:

Cuando los discípulos de Emaús le pidieron que se quedara con ellos, Jesús contestó con un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontró el modo de quedarse en ellos. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Esta relación de íntima y recíproca “permanencia” nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra. ¿No es quizás este el mayor anhelo del hombre? ¿No es esto lo que Dios se ha propuesto al realizar en la historia su designio de salvación? Él ha puesto en el corazón del hombre el hambre de su Palabra, un hambre que solo se satisfará en la plena unión con él. Se nos da la comunión eucarística para saciarnos de Dios en esta tierra, a la espera de la plena satisfacción en el cielo.

Pero la especial intimidad que se da en la comunión eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial. La Iglesia es el cuerpo de Cristo: caminamos con Cristo en la medida en que estamos en relación con su cuerpo. Para crear y fomentar esta unidad, Cristo envía el Espíritu Santo. Y él mismo lo promueve mediante su presencia eucarística. En efecto, es precisamente el único Pan eucarístico el que nos hace un solo cuerpo. El apóstol Pablo lo afirma: Un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.

El poeta navarro Víctor Manuel Arbeloa nacido en 1936 nos ofrece la siguiente poesía:

Quédate, Señor
que se hace ya tarde,
que el camino es largo
y el cansancio es grande.
Quédate a decirnos
tus vivas palabras
que aquietan la mente
y encienden el alma.
Quédate, Señor
que se hace ya tarde,
que el camino es largo
y el cansancio es grande.
Pártenos el pan
de tu compañía,
ábrenos los ojos
de la fe dormida.
Quédate, Señor
que se hace ya tarde,
que el camino es largo
y el cansancio es grande.

j.v.c.