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Semana Santa 2024

Dia De Todos Los Santos

 

1 de Noviembre de 2020

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

El origen de esta fiesta hay que buscarlo en la dedicación del panteón romano a Santa María y a todos los mártires. A partir de ahí, diversas iglesias en distintas fechas, empezaron a celebrar la fiesta de todos los Santos. Alcuino la propagó en esta fecha, y en el siglo IX, se extendió por todo el país franco.

 

Mucho antes que, en Occidente, ya en el siglo IV Oriente honraba a todos los santos; la iglesia bizantina, en particular, el primer domingo después de Pentecostés, clausurando con esta fiesta el ciclo pascual.

 

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

 

PRIMERA LECTURA: Ap7:2-4, 9-14

La lectura del Apocalipsis nos describe simbólicamente el triunfo de todos aquellos que sufren y cargan su cruz a ejemplo de Cristo.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 24:1-2, 3-4, 5-6

R/ESTE ES EL GRUPO QUE VIENE A TU PRESENCIA, SEÑOR.

 

  1. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
    el orbe y todos sus habitantes:
    él la fundó sobre los mares,
    él la afianzó sobre los ríos. R/
     
  2. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
    ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
    El hombre de manos inocentes
    y puro corazón,
    que no confía en los ídolos. R/
     
  3. Ese recibirá la bendición del Señor,
    le hará justicia el Dios de salvación.
    Este es el grupo que busca al Señor,
    que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/

 

SEGUNDA LECTURA: 1Jn 3:1-3

Las gracias que Dios nos concede en este mundo no son sino un anticipo del gozo que Dios nos quiere regalar en el cielo.

Pidámosle al Señor que fortalezca nuestra esperanza.

 

ACLAMACION DEL EVANGELIO: Mt 11:28

Aleluya, Aleluya. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré –dice el Señor. Aleluya

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: Mt 5:1-12

Al igual que la gente del tiempo de Jesús escuchemos las bienaventuranzas y dejemos que el Señor nos vaya cambiando poco a poco el corazón.

 

Tema: “Los Santos Anónimos”

 

Celebramos hoy la fiesta de todos los santos, no solo de los que conocemos porque han sido canonizados por la Iglesia, los que nos son favoritos como S. Agustín, S. Ignacio de Loyola, los dos Franciscos: el de Asís y el de Javier, las tres santas Teresas: de Ávila, de Lisieux y de Calcuta, etc., sino también de los “santos anónimos”, de esos que no llevan una aureola sobre la cabeza.

La fiesta de hoy nos recuerda que los santos caminan por nuestras carreteras, están en medio de nosotros, se dedican a nuestras mismas ocupaciones ordinarias, y tienen sobre la cabeza nuestros mismos problemas, dificultades, preocupaciones. Hoy es la fiesta de los innumerables santos, no relacionados en el calendario oficial de la Iglesia. Gente tan igual a nosotros, y tan distinta al mismo tiempo. Esta fiesta nos recuerda que la santidad es un compromiso asumido en el bautismo.

Circundamos al santo de veneración, respeto, emoción, asombro, y nos mantenemos a una distancia de seguridad. Pedimos al santo quizás gracias, le presentamos peticiones. Y es porque consideramos la santidad como algo especial para criaturas privilegiadas en la vía de lo excepcional. Y la mediocridad como condición común para los otros, los cristianos “normales”.

Pues no es así. La fiesta de todos los santos nos obliga a hacer la operación inversa: acercamiento. Nos obliga a tomar nota de una santidad cercana, con el vestido de todos los días, a nuestro alcance. La santidad no como lujo, sino como deber preciso. Como vocación, condición normal del cristiano. Frente a esta santidad “vecina” no es posible escabullirse. No se puede decir “eso no es para mí”. Los innumerables santos anónimos que celebramos hoy nos demuestran obstinadamente que esa “tarea” también es cosa nuestra. Es una verdad incómoda, porque es arduo llegar a ser lo que debemos ser.

El sacerdote, teólogo italiano Luigi Giussani (1922-2005) en un prólogo a un libro titulado “Los santos” nos dice: El santo es un hombre

Hay una acepción de la palabra santidad que se refiere a una imagen excepcional, representada con una aureola. Sin embargo, ser santo no es oficio de pocos ni una pieza de museo. La santidad ha sido en todo tiempo la sustancia de la vida cristiana. Pero a pesar de la parcialidad de ciertas imágenes, queda la huella de una idea fundamentalmente exacta: el santo no es un superhombre, el santo es un hombre verdadero. Es un hombre verdadero porque se adhiere a Dios y, en consecuencia, al ideal para el que ha sido forjado su corazón y que constituye su destino, Éticamente esto significa “hacer la voluntad de Dios” dentro de una humanidad que, sin perder su condición humana, se vuelve diferente. La santidad es, en efecto, el reflejo de la figura del Único en quien la humanidad se ha cumplido plenamente, con toda su potencialidad: Jesucristo.

La santidad es, por tanto, reconocimiento activo, “vigilante”, de la necesidad fundamental: la realización última del propio significado, “la única cosa necesaria” de la que habla el santo Evangelio. La sociedad provoca hoy una fragmentación de esa necesidad fundamental, hasta el punto de desalentar toda expresión de la misma y tratar de sofocarla. De semejante división provienen voluntarismos exasperados, por una parte, y psicosis, por otra. La relación con Dios es la hipótesis de trabajo más adecuada para incrementar y realizar la unidad de la personalidad. Por eso, el mundo sigue teniendo necesidad, y, sobre todo, del “espectáculo de la santidad”. El mundo necesita, en efecto, testimonios de unidad, de coherencia de la vida con su necesidad fundamental. San Pablo decía: Nos hemos convertido en espectáculo para los ángeles, para los hombres y para nosotros mismos.

Termino con la poesía de la madrileña Sagrario Torres (1922-2006) titulada:

“Los Santos”

 

Los santos, los ascetas,
los místicos,
querían verte pronto,
ayunaban, se herían,
del mundo se apartaban,
en cuevas se escondían.
Más yo no tengo prisa
por morirme.
En encontrarte.
En poseerte.
Otros, menos febriles,
con labios incoloros
te hartan de letanías.
Yo iré hasta ti cromática, sonante, toda gritería
Guardando entre mantones y volantes
Las joyas que a la vida robé para entregarte.

j.v.c

 

 

 
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