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Tercer Domingo Del Tiempo Ordinario (B)

 

24 de Enero de 2021

CITAS BIBLICAS PARA LA LITURGIA

El profeta llama a la conversión en la ciudad de Nínive.

 

Jesús mismo lo hace en el comienzo de su misión. Conversión que lleva consigo el abandonar las obras del pecado, dejar de pensar como el mundo y ser portadores de alegría en la vocación a la que cada uno ha sido llamado en su vida.

 

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. El, que vive y reina contigo.

 

PRIMERA LECTURA:Jon 3:1-5,10

Dios siempre busca la conversión y la salvación de sus hijos. A veces pronuncia palabras amenazadoras, a veces palabras de consuelo, pero el objetivo siempre es el mismo: que sus hijos dejen de ser esclavos del pecado y comiencen a vivir como hijos de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL:Sal 25:4-5,8-9,10 y 14

R/SEÑOR, INSTRÚYEME EN TUS SENDAS.

 

  1. Señor, muéstrame tus caminos
    y enséñame tus sendas.
    Guíame en tu verdad,
    enséñame tú, que eres mi Dios y Salvador.R/
     
  2. Señor, no olvides que eres compasivo
    y bondadoso desde toda la eternidad.
    Señor, acuérdate de mí según tu misericordia. R/
     
  3. El Señor es bueno y recto;
    por eso muestra el camino a los extraviados.
    Dirige a los humildes en la justicia
    y enseña a los pobres el camino. R/

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Co 7:29-31

San Pablo invita a los cristianos de Corinto a vivir sin olvidarse de lo más importante. Ninguna cosa que hagamos en el mundo debe distraernos del objetivo de amar a Dios y buscar vivir siempre a su lado.

 

ACLAMACIÓN DEL EVANGELIO: Mc 1:15

Aleluya, aleluya.

Está cerca el Reino de Dios; creed la Buena Noticia. Aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: Mc 1:14-20

Los discípulos siguen la llamada de Jesús que pasa junto al lago y se convierten de simples pescadores, en pescadores de hombres. También nosotros estamos llamados a poner nuestra vida al servicio de Dios y de los demás. Escuchemos esta lectura y pidámosle al Señor luz para saber cual es nuestra vocación y fuerza para seguirla.

 

Tema: “La Alegría Del Evangelio”

 

La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque “nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor”. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores”. ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar “setenta veces siete” (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría.

¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos!¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, “lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos” (1 Jn 1,3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez.

Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo.Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él.Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre, vivimos y actuamos “para alabanza de la gloria de su gracia”(Ef 1,6).

Invoquemos a María Santísima, ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas.Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios.ella es la mujer de fe, que vive y camina en la fe, ella se dejó conducir por el espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad.

Como a san Juan Diego, María nos da la caricia de su consuelo maternal y nos dice al oído: “No se turbe tu corazón... ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?”

 

(Texto de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Santo Padre Francisco)

 

 

 


 

 

 

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