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Quinto Domingo De Cuaresma

 

21 de Marzo de 2021

CITAS BIBLICAS PARA LA LITURGIA

La muerte, principio de vida: este es el ministerio de Cristo. La liturgia de hoy se centra en él. El profeta anuncia una nueva alianza, que es la que Jesús instaura. La alianza pide amor y servicio, y es el mismo Cristo el que sufriendo, se convierte en el autor de la salvación.

 

Oh Dios, padre nuestro, tu Hijo Jesús, llevando al extremo el amor y la obediencia, recorrió voluntariamente, por la salvación de todos, el camino de la pasión. Que también nosotros, confiando en ti, caminemos sin miedos el camino de Jesús. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 
 

PRIMERA LECTURA: Jer 31:31-34

 
El profeta Jeremías nos invita a mirar hacia el futuro confiados en la misericordia de Dios y nos anuncia lo que celebraremos en la Pascua: la victoria del amor de Dios sobre nuestros límites y pecados.
 
 
 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 51:3-4, 12-13, 14-15

R/ Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
  1. Piedad de mì, Señor, en tu bondad,
    por tu gran corazón, borra mi falta.
    Que mi alma quede limpia de malicia,
    purifícame tú de mi pecado. R/
     
     
  2. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
    un espíritu firme pon en mí.
    No me rechaces lejos de tu rostro
    ni apartes de mí tu santo espìritu. R/
     
     
  3. Dame tu salvaciòn que regocija,
    mantén en mí un alma generosa.
    Indicaré el camino a los desviados,
    a ti se volverán los descarriados. R/
 
 
 

SEGUNDA LECTURA: Hb 5:7-9

 
Cristo oró con lágrimas para que, si fuera posible, se le ahorrara aquella muerte en plena juventud, pero, a la vez, fue capaz de dejar su suerte en las manos de Dios y confiar en sus caminos.
 
 
 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO: Jn 12:26

 
Tu palabra, Señor, es la verdad, y tu ley nuestra libertad.
 
“Les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo;pero si muere, da mucho fruto.”
 
 
 

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: Jn 12:20-33

 
Jesús nos enseña que para el cristiano la cruz y la gloria no son dos cosas separadas. Es imposible servir a los demás sin sufrir. Pero es imposible también sufrir sin participar en la resurrección y en la gloria que Dios da a los que hacen su voluntad.
 
 
 

TEMA: “ EL GRANO DE TRIGO”

 
 
Este domingo nos habla ya de la inminencia del “misterio pascual” de Jesús, es decir de su muerte y resurrección, con esa bella comparación que el mismo Jesús hace del compendio de su vida: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
 
  Sí, Jesús muere en la cruz pero será fuente de vida eterna para todos los que creen en él. Y esa es su “hora”, la hora de su muerte que es la hora de su exaltación en la cruz, desde la cual, como él dice: “cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. 
 
  Sí, la Iglesia nos presenta la figura de Cristo crucificado como el centro del cristianismo y ejemplo de los cristianos. En este tema de la cruz, del dolor físico y del sufrimiento moral, lo primero que debemos hacer es desear, como los griegos del evangelio de hoy: “queremos ver a Jesús”. Es un deseo profundo de ver, de tener a Dios. Una nostalgia de lo divino que se intuye en la persona de Jesús. Un deseo o nostalgia no de cosas sino de una persona, un intento de reproducir en nuestras vidas las actitudes, el estilo de vida del Maestro de Nazaret. 
 
  Y ese es el momento de la glorificación de Jesús, que pasa de la muerte y crucifixión al triunfo sobre la misma muerte, el demonio, con su gloriosa resurrección. De este modo nos muestra que el centro de nuestra vida cristiana, no es tanto el cumplimiento del Decálogo, sino la unión con Cristo crucificado, mirarle y oír la voz del cielo, la voz de Dios Padre que dice: “lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. 
 
  Lo hace de un modo humano, como nos lo recuerda la carta a los Hebreos en la segunda lectura: “Cristo, en los días de su vida mortal...aprendió sufriendo, a obedecer, y llevado a la consumación, se ha convertido para todos 
 
Es de este modo que se realiza la nueva alianza que anuncia el profeta Jeremías en la primera lectura: “Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. Una alianza que será la unión de las voluntades y de los corazones con Dios. Será una alianza interior, que cambia cada creyente desde dentro.
 
San Cirilo de Alejandría (370-444) escribe:
 
“Si el grano de trigo muere, da mucho fruto”
 
  Al género humano se le puede comparar con las espigas de un campo. Nacen de la tierra, esperan obtener su máximo crecimiento y, en el momento querido, son cortadas por la guadaña de la muerte. Por eso Cristo dice a sus discípulos. ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario y recoge el fruto para la vida eterna. Ahora bien, Cristo nació en medio de nosotros, nació de la Virgen santa así como las espigas salen de la tierra. Por eso, en otra parte, él mismo se denomina grano de trigo: Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. Así es como se ofreció él mismo al Padre por nosotros, como una gavilla y como las primicias de la tierra.
 
  A la espiga de trigo, como a nosotros, no se la puede considerar aisladamente. Se halla en una gavilla formada por numerosas espigas de una sola brazada. Jesucristo es uno solo, pero es y se nos presenta realmente como si fuera una brazada, en el sentido de que en él están contenidos todos los creyentes en una unión espiritual. Si no fuera así, ¿cómo podría san Pablo escribir: Nos ha resucitado con él, y con él nos ha sentado en el cielo? Efectivamente, puesto que se ha hecho uno de nosotros, nosotros somos miembros del mismo Cuerpo. El Señor es, pues, la primicia de la humanidad destinada a ser entregada en los graneros del cielo”.
 
Termino con una poesía del Carmelo de San José y Santa Teresa de 2004 titulada:             
 
 
 

Si el grano de trigo no muere

 
Es ya dorada la mies,
brillante de luces vivas,
mar ondulado de espigas
presos en tierra sus pies.
Saben de días de sol
y de lluvias invernales,
en sí llevan las señales
marcadas bajo el crisol.
Muy antes que sonreír
saludando a las estrellas,
y para mirarse en ellas,
aprendieron a morir.
Su tallo esbelto y gentil
a los vientos se cimbrea,
más la espiga no alardea,
fijada en su origen vil.
Es convicción su sentir,
pues, en su raíz primera,
guarda, de su sementera,
que murió para vivir.
 
j.v.c.
 

 

 

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