Tercer Domingo De Adviento

 

12 De Diciembre De 2021

 

La liturgia de este Domingo apunta a los signos que demuestran una conversión auténtica: amor, justicia y alegría. El adviento, al creyente le trae júbilo y esperanza porque el Señor está cerca, más aún, está presente en medio de su pueblo.

 

ORACIÓN COLECTA

 Oh Dios, fuente de la esperanza, que estás siempre de nuestro lado, reunidos en torno a ti y a la espera de Cristo, haz de nosotros un solo corazón en la unidad de tu Espíritu, para que podamos seguir alabándote llenos de alegría. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Sof 3:14-17

 Las palabras que el profeta Sofonías dirige a Israel se dirigen también a cada uno de nosotros: no tengan miedo, Dios los quiere y desea colmarlos de alegría y hacerles gustar la salvación.

 

SALMO RESPONSORIAL

R/ GRITAD DE CONTENTO Y ALEGRÍA, PORQUE GRANDE ES EN MEDIO DE TI EL SANTO DE ISRAEL.

¡Vean cómo es él, el Dios que me salva!

En él confío y no tengo más miedo,

Pues el Señor es mi fuerza y mi canción,

Él ha sido mi salvación.

Y ustedes sacarán agua con alegría de las vertientes de la salvación. b

 

¡Denle las gracias al Señor,

Vitoreen su Nombre!

Publiquen entre los pueblos sus hazañas. R/

 

¡Canten al Señor pues hizo maravillas

¡Que ahora son famosas en toda la tierra!

¡Grita de contento y de alegría, oh Sión,

Porque grande es, en medio de ti, ¡el Santo de Israel! R/

 

SEGUNDA LECTURA: Flp 4:4-7

El apóstol San Pablo nos recuerda que quien cree en Dios de estar siempre alegre. Quien tiene a Dios nada le falta.

 

ALELUYA

Aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres.

Aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lc 3:10-18

Juan prepara la venida de Jesús. ¿Qué puedo y debo hacer yo para mejorar mi conducta y la situación de mi entorno? Juan Bautista propone dos caminos de acción: amor y justicia.

 

 

Necesitados De Salvación

 

 

Con dos bellas imágenes el profeta Isaías describe la acción salvadora del Mesías que ha de venir: con la imagen del desierto que se convierte en jardín y con la rehabilitación de ciegos, sordos y cojos. Se trata, pues, de hombres recuperados, desbordantes de vida, en un entorno paradisíaco. En el pasaje evangélico se presenta Jesús cumpliendo las promesas: un hombre tullido, que no puede valerse por sí mismo, es rehabilitado, convertido en hombre nuevo, física y psíquicamente por la acción liberadora de Jesús.

 

Para los contemporáneos de aquella época la enfermedad tenía un origen moral: era efecto del pecado personal o del pecado de los padres del enfermo. El signo externo de la sanación física era indicio de su sanación interior. Quitada la causa, se quitaba el efecto. Así es como se nos presenta el proyecto de Dios de un hombre nuevo en una tierra nueva, en un entorno nuevo, en una sociedad nueva. Es como una vuelta al paraíso.

 

Vivir en Adviento es reconocernos como personas, como familia, como comunidad cristiana, necesitados de salvación. Es reconocer nuestra situación de pecado y, por lo tanto, de vacío interior. Es reconocerse en esos enfermos, débiles y esclavos de los que habla Isaías, en esos ciegos que necesitan ver mejor, más claro; en esos sordos que necesitan oír mejor, en esos mudos que necesitan que se les suelte la lengua, es esos cojos y tullidos. Recordemos el diagnóstico del Señor a las Iglesias de Asia, a la Iglesia de Laodicea: “Aunque no le creas, eres sordo, ciego, pobre…” (Ap 3,17-18). Más de lo que tal vez sospechamos.

 

(Tomado del libro: “Jesús habla hoy”)