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24º DOMINGO TO (C)

 

TEXTOS BÍBLICOS PARA LA LITURGIA DE LA EUCARISTÍA 

El perdón de Dios : ese es el tema dela liturgia de hoy. Perdón que se hace realidad cn la intercesión de Moisés (1ª. Lect.). Perdón que enseña a perdonar y comprender (2ª. Lect.) Y perdón que debe de llevar a la alegría de la fiesta de la comunión y la hermandad. (Ev).

 

 

PRIMERA LECTURA Ex 32:7-11, 13-14

La lectura del libro del Éxodo se centra en la función mediadora de Moisés. Moisés le recuerda a Dios que Israel es “su pueblo, el pueblo que Dios sacó de Egipto”. La oración de Moisés atrae el perdón y una nueva oportunidad de Dios para su pueblo. 
 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 51:3-4, 12-13, 18-19

R/ ME PONDRÉ EN CAMINO A DONDE ESTÁ MI PADRE
  1. Ten piedad de mi, oh Dios, en tu bondad,
    Por tu gran corazón, borra mi falta.
    Que mi alma quede limpia de malicia,
    Purifícame de mi pecado. R/
     
  2. Crea en m, oh Dios, un corazón puro,
    Renueva en mi interior un firme espíritu.
    No me rechaces lejos de tu rostro
    Ni me retires tu Espíritu Santo. R/
     
  3. Señor abre mis labios
    Y cantará mi boca tu alabanza.
    Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré,
    Pues no desdeñas a un corazón contrito. R/ 
 

SEGUNDA LECTURA: 1 Tm 1:12-17

Pablo se presenta a sí mismo como un pecador redimido por el don gratuito de Cristo. La historia de Pablo es también la nuestra: todos somos pecadores perdonados por Dios y llamados a ser misericordiosos con nuestros hermanos. 
 

ALELUYA: 2 Cor 5:19

Aleluya, Aleluya. Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, y a nosotros os ha confiado la palabra de la reconciliación. Aleluya. 
 

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS Lc 15: 1-32

Escuchemos las parábolas evangélicas de la misericordia y pidamos a Dios un corazón parecido al suyo, un corazón misericordioso y siempre dispuesto a perdonar. 
 

TRES PARÁBOLAS DE MISERICORDIA; DIOS NOS BUSCA

 
Estamos en el “Año de la Misericordia” por deseo del Papa Francisco.
 
Las tres lecturas bíblicas de este domingo nos hablan de la misericordia de Dios. Misericordia viene de: miseri (pobres) y cor (corazón). O sea, que es poner el corazón de Dios sobre los pobres que somos todos los mortales. Dios nos ama, se compadece de nosotros, nos perdona siempre. 
 
  En la primera lectura del libro del Éxodo, cuando Moisés intercede ante Dios para que perdone la idolatría del pueblo, se nos dice: y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo...
 
  En la segunda lectura, S. Pablo escribe a su discípulo Timoteo: Y por eso Dios se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él...
 
  Y en el evangelio, después de presentar la parábola de la oveja perdida, la parábola de la mujer que había perdido una moneda, y la parábola del hijo pródigo, Jesús pone en boca del padre que perdona al hijo menor, las siguientes palabras dirigidas al que no perdona hermano mayor (los fariseos): Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado...
 
  He puesto en el título: DIOS NOS BUSCA, porque así lo expresa Jesús: el pastor que busca a la oveja perdida (que somos cualquiera de nosotros) es Dios; la mujer que barre su casa y busca la moneda perdida es Dios con entrañas de madre; y el padre del hijo pródigo es Dios Padre: Abba, a quien refleja Jesús, Dios Hijo tan bien. 
 
  Frente a todos nuestros habidos y posibles alejamientos, el Señor nos busca siempre. Ya dijo Pascal en boca de Dios: No me buscarías si no me hubieras encontrado. Es decir, Dios nos busca y encuentra primero y provoca con ello en nosotros la búsqueda agradecida y por amor. Y al final, la fiesta: la alegría de Dios Padre, de Jesús, de los ángeles en el cielo, de nosotros mismos dentro del corazón renovado...
 
  El místico ruso San Nicolás Cabasilas (1322-1391), en su libro “La Vida en Cristo” dice:
 
  “Los sacramentos son los signos de la muerte y sepultura de Cristo. Gracias a ellos somos engendrados para la vida sobrenatural, crecemos y nos unimos de modo admirable al Salvador. Gracias a ellos, como dice san Pablo: En Él vivimos, nos movemos y existimos. El bautismo nos otorga poder ser y subsistir en Cristo...La unción santa confirma al nuevo cristiano comunicándole las energías propias para esta vida. La eucaristía prolonga esta vida y la mantene en todo su vigor..En resumen, vivimos gracias a este pan, nos robustecemos por esta unción, después de haber recibido el ser en la inmersión del bautismo. Vivimos en Dios, transportados de este mundo visible al mundo invisible. No cambiamos de lugar, pero cambiamos de existencia y de vida, porque no somos nosotros los que nos movemos y nos elevamos hacia Dios, sino que es Dios el que ha venido y ha descendido hacia nosotros. No lo hemos buscado, hemos sido buscados por Él. No ha sido la oveja la que ha ido en busca del pastor, ni la moneda en busca de la dueña, sino que el Amo se ha inclinado sobre la tierra y ha reencontrado su imagen. Ha sido el Pastor quien se fue a los lugares donde erraba la oveja perdida y la cogió sobre sus hombros y la salvó de los precipicios. No obstante, no por esto nos ha trasladado a otro lugar: nos ha dejado en la tierra, siendo celestiales por la infusión de su vida en nuestras almas. No nos asciende a los cielos, sino que abaja el cielo hasta nosotros, según la palabra del salmista: Inclinó los cielos y bajó”. 
 
  Termino con el soneto del segoviano Juan de Contreras y López de Ayala (1893-1978), más conocido como “el Marqués de Lozoya” titulado: 
 

YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE

  Yo he sentido, Señor, tu voz amante
en el misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas
la armonía gocé de tu semblante.
 
  No me llegó tu acento amenazante
entre el fragor de trueno y de centellas,
¡al ánima llamaron tus querellas
como el tenue vagido de un infante!
 
  ¿Por qué no obedecí cuando le oía?
¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?
 
  Haz, mi dulce Señor, que en la serena
noche vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío!                     
j.v.c. 
 
 
002169951

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