Decimoquinto Domingo Del Tiempo Ordinario

 

10 De Julio De 2022

 

Los mandamientos de Dios están escritos en el corazón de todo hombre para tenerlos siempre presentes y practicarlos. El evangelio nos enseña la ley por excelencia del cristiano y cómo ponerla en práctica. Y Cristo, el Buen Samaritano por excelencia, viene de lo alto, se acerca amorosamente a la humanidad caída, y nos enseña el modo práctico de cumplir esta ley humana y cristiana.

 

ORACION COLECTA


Padre misericordioso: Jesús, tu hijo, invitó a ir hacia ti a este mundo nuestro que, perdiendo el calor humano, no busca de corazón el amor auténtico. Haz que nosotros acojamos con sinceridad la palabra que hoy Cristo nos comunica. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Dt 30:10-14


Moisés pide al pueblo que elija entre dos caminos: el del bien y el mal. El camino del bien puede parecer a primera vista imposible, pero no lo es. Cuando el hombre es sincero consigo mismo y con Dios, reconoce que esta ley está inscrita en su corazón y al alcance de nuestra voluntad.

 

SALMO RESPONSORIAL
R/ LAS ORDENANZAS DEL SEÑOR SON RECTOS Y PARA EL CORAZON SON ALEGRÍA.

La ley del Señor es perfecta
Es remedio para el alma,
Toda declaración del Señor es cierta
Y da al sencillo la sabiduría. R/

Las ordenanzas del Señor son rectas
Y para el corazón son alegría.
Los mandamientos del Señor son claros
Y son luz para los ojos. R/

El temor del Señor es un diamante,
Que dura para siempre;
Los juicios del Señor son verdad,
Y todos por igual se verifican. R/

Son más preciosos que el oro,
Valen más que montes de oro fino;
Más que la miel es su dulzura,
Más que las gotas del panal. R/

 

SEGUNDA LECTURA: Col 1:15-20


Pablo nos recuerda quién es Cristo y cuál ha sido su obra en favor nuestro. Cristo, imagen del Dios invisible es también el camino a seguir por la Iglesia. En Cristo se revela nuestro verdadero nombre.

 

ALELUYA

Aleluya, aleluya.

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.
Aleluya.

 

 

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lc 10:25-37

La parábola del Buen Samaritano es un retrato de las reacciones humanas ante el sufrimiento ajeno. Todos nos vemos retratados en alguno de sus personajes. Es también un ejemplo del modo en que Jesús, el buen samaritano, se comporta con cada uno de nosotros.

 


Los Dos Grandes Mandamientos Y El Buen Samaritano

 

Este domingo la liturgia nos presenta cuáles son los dos grandes mandamientos que debemos guardar y un buen ejemplo de ello en la figura del “Buen Samaritano”.

En la primera lectura del Deuteronomio se nos dice: Escucha la voz del Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandamientos.

Ya sabemos cuáles son esos “Diez Mandamientos” que Dios redactó a Moisés en el Monte Sinaí.

Los tres primeros relacionados con Dios mismo y los otros siete respecto al prójimo: Amar a Dios sobre todas las cosas y no fornicar, ni mentir, ni robar, ni levantar falsos testimonios contra el prójimo y no desear la mujer o lo que es del otro.

En el Evangelio, cuando los escribas y fariseos quieren probar a Jesús, le envían un letrado que le hace esa pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: “Qué está escrito en la Ley? ¿qué lees en ella? El letrado contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser.

Y al prójimo como a ti mismo.” Él le dijo: Bien dicho.

Haz esto y tendrás la vida”.

Es después cuando Jesús presenta la Parábola del “Buen Samaritano”.

El hombre malherido en su camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de ladrones que le despojaron de todo, y lo dejaron medio muerto a palos en la cuneta de la carretera.

Al pasar por allí y, aunque vieron a aquel pobre hombre, no hicieron nada por él sino el desavenido.

En cambio, el Samaritano, que también iba de viaje, le dio lástima, curó sus heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó” ...3 Podemos decir que el lema del sacerdote o del levita era: “Lo mío es mío”.

Mi familia, mi tiempo, mi diversión, mi dinero, mi privacidad.

En cambio, la actitud del Samaritano es: “lo mío es tuyo”.

Es la actitud del hombre que reparte sus bienes con los demás, que está al servicio de los otros compartiendo todos sus bienes, San Agustín en una de sus Homilías nos confirma todo lo dicho cuando dijo.

“Cristo es el buen Samaritano: El hombre que descendía es Adán; Jerusalén, el paraíso; Jericó el mundo; los ladrones las potencias del mal; el sacerdote la Ley; el levita, los profetas y el buen samaritano es Cristo.

Las heridas son las desobediencias; la montura el cuerpo del Señor.

Este buen samaritano lleva nuestros pecados y sufre por nosotros, transporta al moribundo y lo conduce al alberge, es decir, a la Iglesia, que acoge a todos los hombres y a nadie niega su auxilio, porque Jesús abre sus puertas al decir: Venid a mí todos los que trabajáis y estáis fatigados y yo os aliviaré” Termino con una poesía de Ana María Primo Yapera que dice: Compartir Si sufres, yo a tu lado comparto tu dolor.

Si lloras, comparto en el silencio, llora mi corazón.

Cuando asome la risueña alborada y brote de tu alma una eterna canción, entonces.

unida a tu alegría también cantaré yo.

Tus llantos y tus cruces, tus amargas tristezas tus horas de alegría junto a ti vive siempre, siempre, mi corazón.

 

j.v.c.