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Liturgia Del Domingo 15 De Enero 2017

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario (A)

 

Las tres lecturas bíblica de este Domingo se centran en el testimonio sobre Jesucristo. A la palabra de Dios en favor de su Siervo (1ª. Lect.) y a la confesión de Pablo que se proclama apóstol de Jesucristo (2ª, lect.) se suma el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Ev).

 

PRIMERA LECTURA: Is 49: 3,5-6

Dios nos dice a cada uno de nosotros:” Te hago luz de las naciones para que seas mi salvación”. Escuchemos la lectura del Profeta Isaías y pidamos la gracia de ser luz para tanta gente que aún vive en la oscuridad del pecado y la desesperanza.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 40: 2 y 4, 6, 10

R/ AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD.

  1. Esperaba, esperaba al Señor:
    Él se inclinó hacia mi escuchó mi clamor,
    Puso en mi boca un cántico nuevo,
    De alabanza a nuestro Dios. R/
     
  2. Me hiciste saber que no te agradan víctimas ni ofrendas,
    No pediste sarificios para borrar el pecado.
    Entonces dije: “Aquí estoy,
    De mi está escrito en el rollo del Libro” R/
     
  3. “No deseo más que hacer tu voluntad
    Y llevo tu ley en mi corazón”.
    Publiqué tu camino en la gran asamblea,
    No me callé, Señor, tú bien lo sabes. R/

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor 1: 1-3

Pablo se proclama apóstol de Jesucristo, portador de gracia y de paz. Estas palabras son el saludo de todo testigo de Jesús; de toda comunidad que vive en sí la alegría de su elección.

 

ALELUYA: Jn 1:14, 12

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. A cuantos la recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios. Aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: Jn 1:29-34

San Juan Bautista proclama que Jesucristo es el salvador del mundo. Este es el mismo testimonio que nosotros debemos dar con nuestras palabras y con nuestras acciones: que Jesús es la salvación del hombre, que en Jesús está todo lo que el hombre necesita para vivir plenamente.

 

2º domingo Tiempo ordinario (A)

EVANGELIO

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 29-34

En aquel tiempo; al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: -«Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»

Y Juan dio testimonio diciendo:

-«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.

Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:

"Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. "

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra de Dios.

 

CON EL FUEGO DEL ESPÍRITU

Las primeras comunidades cristianas se preocuparon de diferenciar bien el bautismo de Juan que sumergía a las gentes en las aguas del Jordán y el bautismo de Jesús que comunicaba su Espíritu para limpiar, renovar y transformar el corazón de sus seguidores. Sin ese Espíritu de Jesús, la Iglesia se apaga y se extingue.

Sólo el Espíritu de Jesús puede poner más verdad en el cristianismo actual. Solo su Espíritu nos puede conducir a recuperar nuestra verdadera identidad, abandonando caminos que nos desvían una y otra vez del Evangelio. Solo ese Espíritu nos puede dar luz y fuerza para emprender la renovación que necesita hoy la Iglesia.

El Papa Francisco sabe muy bien que el mayor obstáculo para poner en marcha una nueva etapa evangelizadora es la mediocridad espiritual. Lo dice de manera rotunda. Desea alentar con todas sus fuerzas una etapa “más ardiente, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin, y de vida contagiosa”. Pero todo será insuficiente, “si no arde en los corazones el fuego del Espíritu”.

Por eso busca para la Iglesia de hoy “evangelizadores con Espíritu” que se abran sin miedo a su acción y encuentren en ese Espíritu Santo de Jesús “la fuerza para anunciar la verdad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”.

La renovación que el Papa quiere impulsar en el cristianismo actual no es posible “cuando la falta de una espiritualidad profunda se traduce en pesimismo, fatalismo y desconfianza”, o cuando nos lleva a pensar que “nada puede cambiar” y por tanto “es inútil esforzarse”, o cuando bajamos los brazos definitivamente, “dominados por un descontento crónico o por una acedia que seca el alma”.

Francisco nos advierte que “a veces perdemos el entusiasmo al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas”. Sin embargo no es así. El Papa expresa con fuerza su convicción: “no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra... no es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón”.

Todo esto lo hemos de descubrir por experiencia personal en Jesús. De lo contrario, a quien no lo descubre, “pronto le falta fuerza y pasión; y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”. ¿No estará aquí uno de los principales obstáculos para impulsar la renovación querida por el Papa Francisco?

José Antonio Pagola

 

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