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Vigesimosegundo domingo del tiempo ordinario (A)

3 de septiembre de 2017

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

La lógica del hombre y la lógica de Dios, este es el tema de la liturgia de hoy. Jeremías y Pedro personalizan la lógica humana; la lógica divina se centra en Jesús y su mensaje. El profeta se lamenta con Dios de los resultados de su misión. Pedro rehúsa aceptar a un Jesús crucificado. Frente a ellos, la lógica de Dios de no ajustarse a este mundo sino discernir la voluntad de Dios.

ORACION


Oh Dios, padre nuestro, que por medio de tu Hijo Jesús, nos muestras el camino del que sigue tu voluntad, haz que los aquí reunidos encontremos esperanza en sus palabras y alegría caminando en la vida junto con él. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

PRIMERA LECTURA: Jer 20:7-9

La primera lectura expresa la tensión que siente Jeremías entre sus deseos personales y la misión que Dios le ha encomendado. Quisiera abandonar, pero siente que la palabra que Dios le ha dirigido es como un fuego imposible de apagar que lo impulsa a seguir adelante..

SALMO RESPONSORIAL: Sal 63:2, 3-4, 5-6

R/ Mi alma esta sedienta de ti, Señor, Dios mío.

  1. Oh Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco,
    Mi alma tiene sed de ti;
    En pos de ti mi carne languidece
    Cual tierra seca, sedienta, sin agua. R/
     
  2. Por eso vine a verte en el santuario
    Para admirar tu gloria y tu poder.
    Pues tu amor es mejor que la vida,
    Mis labios tu gloria cantarán. R/
     
  3. Quiero bendecirte mientras viva
    Y con las manos en alto invocar tu Nombre.
    Mi alma está repleta, saciada y blanda,
    Y te alaba mi boca con labios jubilosos. R/
     
  4. Pues tú fuiste un refugio para mí
    Y salto de gozo a la sombra de tus alas.
    Mi alma se estrecha a ti con fuerte abrazo
    Y tu diestra me toma de la mano. R/

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 12:1-2

El culto agradable que Dios quiere, es el sacrificio de uno mismo. Dios nos pide que nos separemos del modo de pensar de este mundo y vivamos siempre buscando lo que agrada a Dios.
 

Aleluya Ef 1:1-18

Aleluya, aleluya.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para conocer cuál es la esperanza a la que nos llama. Aleluya

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO Mt 15: 21-28

Ser discípulo de Jesús lleva tiempo. Hay que ir cambiando el corazón de a poco y aprender a ver la vida con la misma mirada con que la mira Jesús. Pedro es un buen ejemplo. A pesar de sus deseos de seguir a Jesús, seguía juzgando las situaciones de la vida con los valores del mundo.


3 de septiembre: Domingo 22 del tiempo ordinario

TEMA: CARGAR CON LA CRUZ

Jesús, en el evangelio de este domingo nos dice: “el que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga... ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si malogra su vida?”...


Estas palabras, que S. Ignacio de Loyola le repetía con frecuencia a Javier, cuando eran estudiantes en París, suscitaron en Javier la vocación de jesuita y de misionero hasta el Japón y la China. En la ciudad japonesa de Kagoshima, junto a la playa a donde llegó el barco en que iba Javier, hay un monumento, un mosaico, que reproduce este texto del evangelio...


Y nosotros, primero con Jeremías en la primera lectura, nos atrevemos a decir al Señor: “pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos”...Sí, la Palabra de Dios, que venimos escuchando desde niños, desde el momento del Bautismo...


Esa palabra que con S. Pablo en la segunda lectura de su carta a los Romanos, nos anima: “Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva santa, agradable a Dios...para que sepáis discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”...


Y volvemos al evangelio. Jesús dice a Pedro y a los demás apóstoles que no piensen como los hombres, sino como Dios...


El Papa Benedicto XVI, en el “Vía Crucis” del Coliseo de Roma en 2005, dijo:

El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la salvará...

Señor Jesucristo, estamos apegados a nuestra vida. No la queremos entregar, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Pero tú nos precedes y nos muestras que únicamente entregando nuestra vida la podremos salvar. La cruz – la entrega de nosotros mismos – nos pesa. Pero, en tu via crucis, tú llevaste también mi cruz; y no en un momento cualquiera del pasado, ya que tu amor es presente, contemporáneo a mi existencia. Tú la llevas hoy conmigo y por mí, y de manera admirable quieres que hoy, como entonces Simón de Cirene, yo también lleve contigo tu cruz y te acompañe, que me ponga contigo al servicio de la redención del mundo.


Ayúdanos no solo a acompañarte con nobles pensamientos, sino a caminar en tu camino de todo corazón, con los pasos concretos de nuestra vida diaria. Líbranos del miedo a la cruz, del miedo al ridículo, del miedo a que nuestra vida se nos pueda escapar si no nos lanzamos a poseer todo lo que nos ofreces. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que nos promete la vida pero cuyas consecuencias nos dejan, a fin de cuentas, decepcionados y sin rumbo. Ayúdanos a no hacernos los dueños de la vida, sino a entregarla. Acompañándote en el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto, ayúdanos a encontrar, “perdiendo la vida”, el camino del amor, el camino que nos lleva de verdad a la vida, a la vida en abundancia”.


Quiero terminar con un soneto del obispo Pedro Casaldáliga de 1996, titulado:

“EL HIJO DEL HOMBRE SERÁ ENTREGADO”


Crepita la floresta y desmorona
toda su verde historia sin techumbre.
La savia en las cenizas se amontona,
y el fuego no consigue hacerse lumbre.
Llama llevada por su propio viento,
pájaro azul, recado de la tarde,
arde bajo la fiebre el pensamiento,
toda la vida en ciega espera arde.

La carretera ya no es más camino.
Y este hijo del hombre, agobiado
por las voces del pueblo y su destino,
llama y ceniza al viento desolado,
va a celebrar su Pascua, sin más vino
que el mosto de la sangre derramado. 

 

j.v.c.

 

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