Vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario (A)

15 de octubre de 2017

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

El banquete nupcial es una imagen bíblica que resalta el mar gratuito de Dios. Es esperanza humana en un futuro de gozo y salvación para todos, pero es también un juicio por no aceptar esa invitación o por confiarse demasiado. Todos tenemos una vía, regalo de Dios, y con ella, como Pablo, nos vestimos con el traje de la alegría y de la confianza en Aquel que nos conforta..

ORACION

Oh Dios, fuente de esperanza, y que invitas a todos los hombres al banquete de tu reino, aquí estamos, ante ti, cada uno con sus inquietudes y esperanzas. Haz que, descubriendo y gustando tu amor, sepamos responder a él tanto con el corazón como con las obras. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

PRIMERA LECTURA: Is 25:6-10

Dios prepara para todos los hombres una fiesta, un banquete: la salvación. Es un regalo, un don que Dios ofrece, y al que están invitados todos los pueblos y todas las gentes. 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 23:2-3, 5 y 6

R/ HABITARE EN LA CASA DEL SEÑOR POR AÑOS SIN TERMINO.

  1. El Señor es mi pastor, nada me falta;
    En verdes pastos él me hace reposar
    A las aguas de descanso me conduce,
    Y reconforta mi alma. R/
     
  2. Por el camino del bueno me dirige,
    Por amor de su nombre.
    Aunque pase por quebradas oscuras,
    No temo ningún mal, porque tú estás conmigo
    Con tu vara y tu bastón, y al verlas voy sin miedo. R/
     
  3. La mesa has preparado para mi
    Frente a mis adversarios,
    Con aceites perfumas mi cabeza y rellenas mi copa. R/


SEGUNDA LECTURA: Fil 4:12-14, 19-20

Pablo agradece a todos los que se preocupan por ayudarlo. Pero les recuerda también que la pobreza material no representa para él una gran desgracia. El amor de Dios es su mayor riqueza. Quien posee el amor de Dios no necesita ninguna cosa más.


Aleluya Ef 1:17-18

Aleluya, aleluya.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para conocer cuál es la esperanza a la que nos llama. Aleluya

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO Mt 22:1-4. 22:1-10

Dios invita a su fiesta a todo tipo de personas. Pero nos advierte que no es suficiente con haber aceptado la invitación; es necesario siempre un estilo de vida que ponga en práctica sus enseñanzas de amor. 

15 de octubre: Domingo 28 del tiempo ordinario

TEMA: LAS SORPRESAS DE DIOS

Este domingo nos habla de “las sorpresas de Dios”. 


Primera sorpresa: invita a las bodas de su Hijo: nos ofrece un banquete de alegría, de intimidad y encuentro, de comunión. El Reino de Dios no es un juicio sobre leyes cumplidas o no cumplidas, sin dar tiempo a arrepentirse del mal hecho.


Segunda sorpresa: los invitados se excusan de ir al banquete porque se van a sus tierras y negocios...incluso maltratan y matan a los mensajeros de Dios... ¡Cuántas veces matamos en el corazón las inspiraciones de Dios!...


Tercera sorpresa: invita luego a los pobres, a buenos y malos sin distinción, a todos los que se encuentren en las calles...sin discriminaciones...


Cuarta sorpresa: les da a todos un traje digno para el banquete, y cuando va luego a saludar a los presentes, se encuentra con uno que no va con el vestido ofrecido... ¿ha perdido la gracia ofrecida?...


Ya en la primera lectura del profeta Isaías se nos anuncia el banquete, que es “vivir con Dios, con Jesucristo su Hijo encarnado”, el de las bodas entre la divinidad y la humanidad, cuando dice:

Preparará el Señor para todos los pueblos un festín de manjares 
Suculentos...El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros”...

  San Macario (muerto en el año 390), un ermitaño en Egipto, dijo en una Homilía:

 “Venid al banquete de bodas”:

  “En el mundo visible, si un pueblo pequeño declara la guerra al rey, este no se molesta en dirigir él mismo la batalla, sino que manda soldados con sus jefes y entran en combate. Si, por el contrario, el pueblo que se levanta contra el rey es poderoso y capaz de arrasar su reino, el rey se ve obligado a entra en combate con su corte y su ejército y dirigir él mismo la batalla. ¡Mira, pues, cuál es tu dignidad! Dios mismo ha combatido con su ejército, con sus ángeles y santos espíritus, viniendo él mismo a protegerte para librarte de la muerte. Ten confianza, pues, y fíjate de qué providencia eres objeto.


  Saquemos un ejemplo de la vida presente. Imaginemos a un rey que encuentra a un hombre pobre y enfermo y que siente repugnancia hacia él, pero cura sus heridas por medio de remedios saludables. Lo hace entrar en su palacio, lo reviste de púrpura, le ciñe una diadema y lo invita a su mesa. Es así como Cristo, rey celestial, se llega al hombre enfermo, lo cura y le hace sentar a su mesa real, y ello sin violar su libertad, sino convenciéndolo por la persuasión a aceptar un honor tan alto. Esta es, pues, la gran dignidad de los cristianos”.


  Termino con un soneto del jesuita (a quien conocí) P. Jorge Blajot (1921-1992) titulado:


NO OS OLVIDÉIS LA VIDA

Cuando vengáis, no os olvidéis la vida,
mantenida caliente entre los brazos.
No seáis espectadores. A retazos
no la desparraméis por la avenida.

Traedla tal cual es, vida vivida:
doblegada de viento y de zarpazos
arañada; tiesa también con lazos
de paz, de amor, de júbilo prendida.

Venid sin maquillar. Portad la duda,
el desencanto, el grito de protesta.
Vestíos de todo aquello que hoy se lleva.

Pero llegue vuestra alma bien desnuda,
con hambre de banquete, ansia de fiesta,
de par en par abierta a vida nueva”.
 

j.v.c.