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Tercer Domingo del Adviento (B)

17 de Diciembre de 2017

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

¡Gozo! ¡Alegría! Eso es lo que la liturgia quiere para nosotros. El profeta fue el mensajero de esa buena nueva. El Bautista invita a un continuo afán de encontrar el Mesías. Y Pablo nos exhorta a la alegría, a alejarnos del mal y a vivir para los demás.

 

ORACION

Oh Dios, padre de todos los hombre, tú haces brillar la luz en las tinieblas y cambias la tristeza en gozo. Derrama en los corazones de los aquí reunidos la luz de la fe y de la esperanza, y llénanos de la alegría de recibir a Cristo Jesús. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

PRIMERA LECTURA: Is 61:1-2,10-11
El profeta Isaías desborda de gozo al contemplar la obra de Dios en el mundo: cómo Dios, con su palabra cambia los corazones de la gente, libera a los que se sienten prisioneros, sana los corazones heridos. Y no se cansa de agradecerle a Dios que lo haya elegido para esta hermosa misión de anunciar la buena nueva a sus hermanos.

SALMO RESPONSORIAL: Sal 1:46-50, 53-54
R/ MI ESPÍRITU SE ALEGRA EN DIOS MI SALVADOR.

  1. Proclama mi alma la grandeza del Señor.
    Y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador,
    Porque se fijó en su humilde esclava,
    Y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. R/
     
  2. El Podroso ha hecho grandes cosas por mí:
    ¡Santo es su Nombre!
    Muestra su misericordia siglo tras siglo
    A todos aquellos que viven en su presencia. R/
     
  3. Colmó de bienes a los hambrientos
    Y despidió a los ricos con las manos vacías.
    Socorrió a Israel, su siervo,
    Se acordó de su misericordia. R/

SEGUNDA LECTURA: 1 Ts 5:16-24
San pablo nos invita a estar siempre alegres y dar gracias a Dios en todas las circunstanciad de la vida. Ser cristiano es dar testimonio ante el mundo de la alegría que significa ser hijos de Dios y haber sido salvados por Él.

Aleluya Is 61:1
Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres. Aleluya

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN Jn 1:6-8, 19-28
Nuestra misión en el mundo se parece a la de San Juan Bautista: contarle a la gente que el Señor está en medio de nosotros, decirles que está presente en la historia y el corazón de los hombres, hace todo lo posible para que la gente se encuentre con el Salvador.


17 de diciembre: DOMINGO 3 DE ADVIENTO
TEMA: TESTIGO DE LA LUZ

Estamos en el domingo “Gaudete”: “gozaos”, porque ya está cerca el Señor Jesús, que nace por nosotros y entre nosotros. Hoy resalta otra vez la figura de S. Juan Bautista, el “Precursor” del Mesías, Jesucristo Salvador.


Juan es un verdadero testigo cuyas cualidades deben ser siempre dos:

  • Dejar sitio al Otro.
  • Dejar sitio a la libertad de los otros.


Su cometido es provocar el “encuentro”, prepararlo, Pero cuando este llega, él se retira de la escena. Para hacerlo así, se requiere que el testigo sea un hombre de notable esfuerzo ascético, modesto, humilde, ese Juan Bautista “hombre auténtico” (como le llamaba Heideger), que deja sitio al Señor.
Los sacerdotes y levitas le preguntan: “¿Quién eres?”. Y él responde: “Yo no soy el Mesías”...Y ellos vuelven a preguntarle: “Entonces, ¿eres Elías?”; el profeta anunciado por Malaquías (3, 23) que debía volver a preparar la intervención decisiva de Dios. Y Juan responde: “No lo soy”.


“¿Quién eres?”...Y Juan muy humilde dice: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Allanad el camino al Señor”...Nos invita a preparar el camino al Señor, es el “testigo de la luz”, del amanecer de paz, justicia y amor, perdón y redención que trae Jesús. Si Juan bautiza con “agua de penitencia”, Jesús nos bautiza con la fuerza del Espíritu Santo. Es el motivo de nuestra alegría.


Sí, debemos estar siempre alegres, con la alegría de la esperanza, de la gratitud por todos los bienes que ya hemos recibido, con una alegría basada en la oración...Y hacernos también a nosotros mismos esas dos bellas y profundas preguntas: “¿Quién eres tú?”, “¿Qué dices de ti mismo?”...en este camino del Adviento. Estamos llamados a ser testigos, a dar testimonio de la luz. Hace unos días celebramos la fiesta de San Juan de la Cruz, que fue un verdadero buscador del Señor, como lo muestra en su “Cántico Espiritual”, en el que invoca al Amado

Señor, Jesús, cantando:

“Mi Amado, las montañas,
Los valles solitarios nemorosos,
Las ínsulas extrañas,
Los ríos sonorosos,
El silbo de los aires amorosos”...
Y San Agustín, dice de S. Juan Bautista:
Vino para dar testimonio de la Luz.


Juan el Bautista era un ser notable, un hombre de un gran mérito, de una gracia eminente, de una gran elevación. Admíralo, pero como se admira un monte: el monte queda en tinieblas mientras no viene la luz a envolverlo. No confundas el monte con la luz; no choques contra él en lugar de encontrar en él una ayuda.
Pues ¿qué es lo que hay que admirar? El monte, pero como monte. Elévate hasta aquel que ilumina este monte que se levanta para ser el primero en recibir los rayos del sol. También de nuestros ojos se dice que son luces, y, sin embargo, si no se encienda una lámpara por la noche o si no se levanta el sol durante el día, en vano se abren nuestros ojos. El mismo Juan estaba en tinieblas antes de ser iluminado; solo llegó a ser luz a través de esta iluminación. Si no hubiera recibido los rayos de la Luz, habría quedado en tinieblas igual que los demás. La Luz cubrió a Juan con sus rayos. Proclamando que él mismo había sido iluminado, Juan hizo conocer a Aquel que ilumina, a Aquel que alumbra, a Aquel que es la fuente de todo don”.


Termino con una poesía del P. José Luis Martín Descalzo (1930-1991):

 

PASTOR, QUE SIN SER PASTOR

Pastor que, sin ser pastor,
al buen Cordero nos muestras,
precursor que, sin ser luz,
nos dices por dónde llega,
la fe desde la pobreza.
Tú que traes un bautismo
que es poco más que apariencia
y al que el Cordero más puro
baja buscando pureza,
enséñame a difundir
Amor desde mi tibieza.
Tú que sientes como yo
que la ignorancia no llega
ni a conocer al Señor
ni a desatar sus correas.
Tú que sabes que no fuiste
enséñanos a enseñar
la Palabra verdadera
y que sólo eras la voz
que en el desierto vocea,
enséñame, Juan, a ser
profeta sin ser profeta 

j.v.c.

 

 
 
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