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Ascensión del Señor

13 de mayo de 2018

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Con la Ascensión comienza la misión de la comunidad cristiana. Cristo se elevó al cielo y volvió al Padre para sentarse a su derecha. Da a los discípulos sus últimas recomendaciones y los envía al mundo para que prediquen su Evangelio y realicen signos en su nombre.

ORACION

Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, to Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

PRIMERA LECTURA: Hch 1:1-11

Al igual que los discípulos después de la Ascensión estamos invitados a continuar la obra de Jesús en la tierra. No hay que quedarse mirando al cielo, hay que ponerse a trabajar sabiendo que el Señor nos dará el Espíritu Santo para poder obrar como El.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 47:2-3, 6-7, 8-9

R/ DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES. EL SEÑOR, AL SON DE TROMPETAS. ALELUYA

  1. Aplaudan, pueblos todos,
    Aclamen a Dios con voces de alegría
    Pues el Señor, el altísimo, es terrible,
    Es un gran rey en toda la tierra. R/
     
  2. Dios sube entre cantares,
    Para el Señor resuenan los cuernos;
    Canten, canten a Dios;
    Entonen salmos a nuestro rey. R/
     
  3. A Dios que es el rey de toda la tierra,
    Cántenle un himno de alabanza.
    Dios reina sobre las naciones,
    Dios se sienta en su santo trono. R/

 

SEGUNDA LECTURA: Ef 4: 1-13

Jesús ha dejado a los discípulos para volver al Padre. Cada uno de nosotros está llamado a seguir los pasos del Señor en su camino de servicio, de cruz y de resurrección.

Aclamación al Evangelio Mt 28: 19,20

Aleluya, Aleluya. Id y haced discípulos de todos los pueblos, dice el Señor. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Aleluya.

EVANGELIO SEGÚN MARCOS Mc 16:15-20

El Señor encomienda a sus discípulos la difícil tarea de transformar este mundo en el reino de Dios. Juntamente con la misión le deja su Espíritu y su gracia para poder cumplirla.


13 de mayo: Ascensión del Señor

Tema: “LAS HUELLAS VIVAS”

Siempre que llega el “domingo de la Ascensión” me acuerdo de una anécdota de la “Autobiografía” de San Ignacio de Loyola. Cuando él fue de peregrino a Jerusalén, subió al Monte de los Olivos, donde está el Templete de la Ascensión de Jesús al cielo dos veces, la segunda porque no se había fijado bien hacia dónde estaban orientadas las “pisadas” de los pies de Jesús que están allí marcadas en el suelo...¿Hacia el éste o el oeste?...

Si esas huellas las dejó verdaderamente o no Jesús no lo sabemos, pero sí que sabemos que todos nosotros: la humanidad entera de hombres y mujeres, pequeños y grandes, todos somos las “huellas vivas” de Jesús aquí en la tierra.

Jesús nos ha dejado en la tierra para ser sus huellas con una misión de buscar la santidad, tal como nos dice ahora el Papa Francisco con su última exhortación apostólica. Y como dice el evangelio de Marcos en el día de hoy:

“Jesús les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”...

Es por eso que en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles se nos ha dicho también: “Mientras miraban fijos al cielo y viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”... Tenemos que mirar adelante en nuestra tierra, buscando la paz, la hermandad, la compasión, la dulzura, el servicio mutuo por amor...

Ya en la segunda lectura de hoy, de la carta de S. Pablo a los Efesios se nos dice: “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”...

Las huellas vivas que Jesús nos ha dejado en el mundo son todos aquellos que prestan un servicio a los que sufren, a los ancianos que andan con pies poco firmes, los que corren y juegan con los niños y se hacen “como ellos”...

Y es que estamos pasando del “tiempo de Jesús”: la Cabeza, al “tiempo de la Iglesia”: el Cuerpo Místico que somos todos nosotros...

EL Beato Cardenal Newman, en su escrito “Nuevos con Cristo” dice:

“Comenzad ya ahora, en este tiempo de Pascua vuestra resurrección con Cristo. ¡Mirad cómo os tiende la mano! ¡Resucitad con él! Salid del sepulcro del viejo Adán, abandonad vuestras preocupaciones, las envidias, las inquietudes, las ambiciones del mundo, la ligereza, el egoísmo, la indolencia, la vanidad y los delirios de grandeza. Esforzaos desde ahora en hacer lo que os parece difícil, pero que no debéis descuidar: velad, orad y meditad.

Dejad ver que vuestro corazón, vuestras aspiraciones y toda vuestra vida están con vuestro Dios. Reservad cada día un poco de tiempo para ir a su encuentro. No os digo que dejéis el mundo ni que abandonéis los deberes que tenéis aquí en la tierra, sino que seáis dueños de vuestro tiempo. No dediquéis horas enteras al ocio o a la vida de sociedad. No oréis únicamente cuando os encontráis cansados y a punto de ir a dormir; no os olvidéis completamente de alabar a Dios o de interceder por el mundo y por la Iglesia. Demostrad que pertenecéis a Cristo, ya que vuestro corazón ha resucitado con él y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

Quiero terminar con la famosa oda del agustino Fray Luis de León (1527-1591) llamada:

ASCENSIÓN

¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto, y tú,
rompiendo el puro aire,
te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de Tí desposeídos,
¿a do convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por llanto y desventura?
Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado
estando Tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay, nube envidiosa!
aún de este breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Do vuelas presurosa?
¡Cuán rica, tú, te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!
 

j.v.c.

 

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