Vigésimo Domingo Del Tiempo Ordinario

18 de agosto de 2019

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Seguir “hoy” a Cristo: este es el mensaje de la liturgia. Jeremías sufre porque su gente no le comprende ni le quiere. La Palabra de Jesús exige mucho, es la lucha. El camino a seguir está claro: un comenzar y una meta que es Cristo, y una vida que se asemeja a la suya.

 

ORACION

Oh Dios, compasivo y misericordioso, que enviaste a Jesús, tu Hijo, para la salvación de todos los hombres. Te pedimos que, a cuantos estamos aquí reunidos, nos purifiques con tu espíritu, para que la alegría del seguimiento de Jesús rebose en cada uno de nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen


PRIMERA LECTURA: Jer 38:4-6,8-10

Jeremías sufre por ser profeta, por anunciar a su pueblo que a Dios se le sirve con justicia. El anuncio de la verdadera Palabra provoca lucha, oposición, desgarros, tanto en lo interior de cada uno, como en la sociedad.


SALMO RESPONSORIAL: Sal 40:2 y 4,11-12

R/ SEÑOR, DATE PRISA EN SOCORRERME

Yo esperaba con ansia al Señor
Él se inclinó y escuchó mi grito. R/

Me levantó de la fosa fatal,
De la charca fangosa;
Afianzó mis pies sobre la roca,
Y aseguró mis pasos. R/

Me puso en la boca un cántico nuevo,
Un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
Y confiaron en el Señor. R/


SEGUNDA LECTURA: Hb 12:1-4

La vida cristiana es una carrera hacia la meta. Es necesario quitar lo que estorba para correr y tener fijos los ojos en la meta: ser como Jesús.


ACLAMACION DEL EVANGELIO Jn 10:27

Aleluya, aleluya Mis ovejas escuchan mi voz –dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen. Aleluya.


EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lc 12:49-53

Jesús nos recuerda que la obra por el bien causa división. Es imposible amar verdaderamente y evitar los sufrimientos.

 


Tema: “Les Doy Mi Paz” (Jn 14,27)

 

La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia (Is 32, 7). Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a cabo… La paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima. Esto, sin embargo, no basta… Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar.


La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz (Is 9,5), ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y, reconstituyendo en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado muerte al odio en su propia carne (Ef 2,16) y, después del triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres. Por lo cual, se llama insistentemente la atención de todos los cristianos para que, viviendo con sinceridad en la caridad (Ef 4,15), se unan con los hombres realmente pacíficos para implorar y establecer la paz…


En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también reportar la victoria sobre la violencia hasta la realización de aquella palabra: De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces. Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra (Is 2,4).

Todo esto deseo

Que mi oído esté atento a tus susurros.
Que el ruido cotidiano no tape tu voz.
Que te encuentre, y te reconozca Y te siga

Que en mi vida brille tu luz.
Que mis manos estén abiertas para dar y proteger.
Que mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen.

Que acierten para encontrar un lugar en tu mundo.
Que mi vida no sea estéril.
Que deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre.
Que sepa hablar de paz, imaginar la paz, construir la paz.

Que ame, aunque a veces duela.
Que distinga en el horizonte las señales de tu obra

(JMO)