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Domingo De Resurreccion

 

31 De Marzo De 2024

 

Nos preside, brillante, el cirio que ayer noche se encendió. Es un símbolo de Jesús vivo. Como nos ilumina, debemos de ser guía para los demás. Y en los momentos difíciles, es Él el que nos hace comprender las Escrituras.

 

ORACION COLECTA

Señor Dios, que este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concede a los que celebramos la solemnidad de la Resurrección de Jesucristo, ser renovados por tu Espíritu, para resucitar en el reino de la luz y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Hch 10, 34, 37-43

San Pedro hace un resumen de la vida de Jesús tal como se ve después de la resurrección. La vida del Señor consistió en pasar haciendo el bien, confiando en que ni la cruz ni la muerte eran mas fuertes que el amor del Padre que lo guiaba.

SALMO RESPONSORIAL
R/ ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUO EL SEÑOR: SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO

Den gracias al Señor, porque es bueno,
Pues su bondad perdura para siempre.
Que lo diga Israel:
¡su bondad es para siempre!

“La diestra del Señor lo ha enaltecido,
La diestra del Señor hizo proezas”
No, no moriré, sino que viviré,
Y contaré las obras del Señor.

La piedra rechazada por los maestros
Pasó a ser la piedra principal;
Ésta fue la obra del Señor
No podían creerlo nuestros ojos.

 

SEGUNDA LECTURA: Col 3, 1-4

Después de la resurrección de Cristo todos sus discípulos debemos vivir con la mirada fija en el Reino, sabiendo que la única vida que importa es la que viene de Dios.


ALELUYA

Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así pues, celebremos la Pascua. Aleluya


EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

El evangelio de Juan nos cuenta la visita de María Magdalena y los discípulos al sepulcro. Se trata de la primera noticia de la resurrección, del descubrimiento que el Señor ha resucitado y ha dejado vacío todos los sepulcros que existen en nuestras vidas.

La Avaricia

 

En otros casos, son los ladrones quienes nos prestan este servicio. Incluso en los Evangelios aparecen muchas veces, y aunque sus acciones son censurables, pueden convertirse en una advertencia saludable. Así predica Jesús en el Sermón de la montaña: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.» (Mt 6,19-20). Siempre en los relatos de los padres del desierto, se cuenta la historia de un ladrón que sorprende al monje mientras duerme y le roba los pocos bienes que guardaba en su celda. Cuando despierta, el monje, nada turbado por el incidente, se pone tras la pista del ladrón y, cuando lo encuentra, en lugar de reclamar los bienes robados le entrega las pocas cosas que le quedan diciéndole: "¡Te olvidaste de llevarte esto!".


Nosotros, hermanos y hermanas, podemos ser señores de los bienes que poseemos, pero a menudo ocurre lo contrario: al final, ellos nos poseen. Algunos hombres ricos no son libres, ni siquiera tienen tiempo para descansar, tienen que cubrirse las espaldas porque la acumulación de bienes exige también su custodia. Están siempre angustiados, porque un patrimonio se construye con mucho sudor, pero puede desaparecer en un momento. Olvidan la predicación evangélica, que no afirma que las riquezas sean en sí mismas un pecado, pero sí que son ciertamente una responsabilidad. Dios no es pobre: es el Señor de todo, pero - escribe San Pablo- «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Cor 8,9).


Eso es lo que el avaro no comprende. Podría haber sido causa de bendición para muchos, pero en lugar de eso, se metió en el callejón sin salida de la infelicidad. Y la vida del avaro es fea: yo me acuerdo el caso de un señor que conocí en la otra diócesis, un hombre muy rico que tenía la mamá enferma. Estaba casado. Y los hermanos se turnaban para cuidar a la mamá, y la mamá se tomaba un yogur por la mañana. Este señor le daba la mitad por la mañana para darle la otra mitad por la tarde y ahorrar medio yogur. Así es la avaricia, así es el apego a los bienes. Entonces murió este señor, y los comentarios de la gente que acudió al velatorio fueron estos: “Se nota que este hombre no lleva consigo nada: dejó todo…”. Y luego, burlándose un poco, decían: “No, no, no pudieron cerrar el ataúd porque quería llevarse todo”. Y esto, de la avaricia, hace reír a los demás: que al final hay que entregar nuestro cuerpo y nuestra alma al Señor, y hay que dejar todo. ¡Tengamos cuidado! Y seamos generosos, generosos con todos y generosos con los que más nos necesitan. Gracias.


 

(Audiencia 24 de enero de 2024)

 

 

 
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