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Nuestra Señora de Guadalupe

Reina y Emperatriz de México, América y Filipinas.

 

La bendita Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, estampada milagrosamente en la tilma del indio Juan Diego, se venera en la Basílica de Guadalupe, en las faldas del cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México.

 

Nuestra Señora de Guadalupe es una aparición mariana de la Iglesia católica, de origen mexicano. Su culto se ha extendido prácticamente en todo el mundo, además del Continente Americano y de Filipinas desde los primeros siglos de la Evangelización. Su Fiesta se celebra el 12 de diciembre, fecha en que dejó estampada su imagen en la tilma de Juan Diego, frente al Obispo de México fray Juan de Zumárraga.

 

Actualmente Nuestra Señora de Guadalupe es venerada en la Iglesia católica, en la Iglesia ortodoxa, en la Comunión anglicana, la Iglesia copta, la Iglesia católica maronita y otras. Por lo que resulta ya muy común encontrar copias de su bendita imagen en los diversos Continentes y en las regiones más remotas. Imagen que no debe confundirse con la Virgen de Guadalupe de España.

 

El relato guadalupano conocido como Nican Mopohua, es un escrito en lengua náhuatl pero con caracteres latinos (técnica que ningún español sabía hacer y que solo muy rara vez usaban los indígenas).

 

 

Todo el relato de las apariciones está orientado a transmitir un mensaje que María Santísima concretizó en sus palabras. Ahí se narra que en la primera aparición, acaecida el sábado 9 de diciembre, cuando muy de madrugada Juan Diego se dirigía a la ciudad de Tlatilolco (hoy cd. de México) al cruzar por la cumbre del Tepeyac, la celestial Señora le salió al encuentro, precedida por señales maravillosas, y le llamó dulcemente por su nombre: “Juan Diego, Juandieguito, a dónde te diriges?”

 

Las señales que aparecen en abundancia: sol, piedras preciosas, oro, cactus, acacia, niebla, etc. revelan la presencia no solo de la Virgen María, sino del mismo Dios (cfr. Mt. 17,2; Hch 2,3 etc).

 

La Virgen María primeramente se presenta con palabras y lenguaje comprensible para Juan Diego y para todos los indígenas. La ternura que manifiesta María a Juan Diego no eran simples frases de cortesía, sino que correspondían a una realidad, aquel indio era digno del amor de la Madre de Dios.

 

“Sábelo, ten por cierto, hijo mío, el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra, mucho quiero, mucho deseo, que aquí me levanten mi casita sagrada, en donde Lo mostraré, Lo ensalzaré al ponerLo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación. Porque yo en verdad soy vuestra Madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mi clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores. ”

 

En esta aparición la Virgen ordenó a Juan Diego presentarse ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga, para transmitirle su deseo de que se le construyera un templo en ese lugar. Juan Diego fue en efecto ante el Obispo Zumárraga, quien lo recibió con afecto pero no le creyó. Volvió pues alicaído donde la Virgen esa misma tarde y le contó todo con mucha humildad, pidiendo que enviara a otra persona digna de mayor credibilidad.

 

Pero la Virgen quiere que sea Juan Diego y le responde: “Escucha, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quienes encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; pero es muy necesario que tú, personalmente vayas, para que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi voluntad” Y nuevamente le ordena volver al día siguiente a ver al Obispo y hacerle saber su deseo.

 

Juan Diego obedece y al día siguiente, domingo, después de Misa va donde el Obispo que lo recibe con más atención pero también con más escepticismo que antes y pide una señal para creerle. Juan Diego aceptó con mucha naturalidad y se encaminó de nuevo al Tepeyac para informar a la Virgen. Al encontrarse con la Señora, ésta aceptó entregarle al día siguiente la señal pedida por el Obispo.

 

Pero al día siguiente, lunes 11, Juan Diego no pudo acudir, pues su tío paterno cayó súbita y mortalmente enfermo. Juan Bernardino pidió a su sobrino que intentase traerle un sacerdote y Juan Diego partió para Tlatilolco a media noche. Trató de esquivar la cumbre del cerro para evitar que la Señora lo detuviese pero Ella le salió al encuentro y él apenado trató de disculparse. Pero Ella le contesta con una ternura y amor indescriptibles: “Escucha y ponlo en tu corazón, hijo mío, el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió… ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? Que nada te aflija ni te perturbe, que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora, ten por cierto que ya está sano”

 

Oídas estas tiernas palabras Juan Diego se apresura a obedecer, sube a la cumbre del cerrillo para cortar las flores que la Virgen le indica poniéndolas en su tilma. María las toma, las acomoda y lo envía a llevarlas al Obispo. Fue en presencia del Prelado, y de otros testigos ahí presentes, donde Juan Diego desplegó su tilma y al hacerlo cayeron las rosas, apareciendo estampada en ella la Imagen de Nuestra Señora la Virgen María, morena y con rasgos mestizos, tal y como se venera actualmente en la Basílica de Guadalupe (ciudad de México).

 

De acuerdo a la tradición oral mexicana, a múltiples documentos históricos del Vaticano y otros más encontrados alrededor del mundo, se dice que la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones al indio San Juan Diego (Cuauhtlatoatzin) en el cerro del Tepeyac, y una quinta ocasión a su tío Juan Bernardino, a quien la Virgen María le dijo: “que bien así la llamaría, bien así se nombraría: LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE,”. (cfr Nican Mopohua traducción del P. Mario Rojas).

 

Que las palabras de la Virgen dirigida también a nosotros se graven en nuestra mente y corazón y a Ella recurramos en cualquier necesidad.

 

Hna. Ma. Matilde N. mc

 

 

 

 
 
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