Tercer Domingo De Pascua
14 De Abril De 2024
Conversión. La Pascua nos llama a ella. Jesús resucitado manda a sus discípulos a predicar la conversión y el perdón de los pecados. Pedro termina su discurso exhortando a la conversión. Juan presenta a Cristo como víctima propicia para conseguirla.
ORACION COLECTA
Oh Dios, fuente de salvación, que por la resurrección de Cristo has liberado al mundo del dominio del pecado y de la muerte, fortalece con tu palara a los que has llamado y unido para formar un solo pueblo, ayúdanos a ser testimonio de la resurrección del Señor. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA: Hch 3, 13-15
San Pedro habla a los Israelitas después de la resurrección de Jesús. Sus palabras, como todas las palabras del evangelio, están dirigidas también a cada uno de nosotros.
SALMO RESPONSORIAL
R/ HAZ BRILLAR SOBRE NOSOTROS EL RESPLANDOR DE TU ROSTRO.
¡Cuando llamo, respóndeme, Dios mi defensor!
En la angustia tú me has dado sosiego:
Ten compasión de mí y escucha mi oración.
Sepan que por mí maravillas hace el Señor,
Tan pronto como lo llamo, él me escucha.
Muchos dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha?
¡Muéstranos, Señor, ¡tu rostro alegre!”
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
Pues tú, Señor, me das seguridad.
SEGUNDA LECTURA: 1 Jn 2, 1-15
Amar a Dios es cumplir sus mandamientos, pero sin olvidarnos nunca de que Dios está dispuesto a perdonar todas las faltas que cometamos.
ALELUYA
Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas.
Aleluya, aleluya.
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lc 24, 35-48
La resurrección de Jesús es una noticia tan hermosa que cuesta trabajo creerla. Es necesario que el Señor se nos muestre una y otra vez y os vaya abriendo el corazón a la paz y esperanza de la Pascua.
¿Cuál Es El Contenido Del Testimonio Cristiano?
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra «testigos». La primera vez es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama: «Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello» (Hch 3, 15). La segunda vez, en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: «Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48). Los apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no sólo porque sabe reconstruir de modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque esos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida.
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han tenido una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continua conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuando más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las comodidades, las vanidades, el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la petición de «resurrección» de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
Francisco, Papa - Regina Caeli