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Vicios Y Virtudes (16)

16. La Vida De Gracia Según El Espíritu

En las últimas semanas hemos reflexionado sobre las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Estas son las cuatro virtudes cardinales. Como hemos subrayado varias veces, estas cuatro virtudes pertenecen a una sabiduría muy antigua, anterior incluso al cristianismo. La honestidad ya se predicaba antes de Cristo como deber cívico; la sabiduría, como norma de actuación; la valentía, como ingrediente fundamental de una vida que tiende al bien; y la moderación, como medida necesaria para no dejarse arrollar por los excesos. Este patrimonio de la humanidad tan antiguo no ha sido sustituido por el cristianismo, sino más bien enfocado, potenciado, purificado e integrado en la fe.

 

 

Existe, entonces, en el corazón de cada hombre y de cada mujer, la capacidad de buscar el bien. El Espíritu Santo se nos da para que quien lo recibe pueda distinguir claramente el bien del mal, tenga la fuerza de adherirse al bien rehuyendo el mal y, al hacerlo, alcance la plena realización de sí mismo.

Pero en el camino que todos recorremos hacia la plenitud de la vida, que pertenece al destino de cada persona -el destino de toda persona es la plenitud, estar llena de vida-, el cristiano goza de una asistencia especial del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús. Ésta se concreta en el don de otras tres virtudes netamente cristianas, que a menudo se mencionan juntas en los escritos del Nuevo Testamento. Estas actitudes fundamentales que caracterizan la vida del cristiano son tres virtudes que diremos ahora juntos: la fe, la esperanza y la caridad. Digámoslo juntos: [juntos] la fe, la esperanza… no oigo nada, ¡más fuerte! [juntos] La fe, la esperanza y la caridad. ¡Lo han hecho muy bien!

Los escritores cristianos las llamaron muy pronto virtudes "teologales", dado que se reciben y se viven en relación con Dios, para diferenciarlas de las otras llamadas "cardinales", que constituyen el "quicio" de una vida buena. Estas tres se reciben en el bautismo y vienen del Espíritu Santo. Las unas y las otras -las teologales y las cardinales- reunidas en diferentes reflexiones sistemáticas, han compuesto así un maravilloso septenario, que a menudo se contrapone a la lista de los siete pecados capitales. El Catecismo de la Iglesia Católica define la acción de las virtudes teologales así: «Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano» (n. 1813).