See other templates

 

Sacerdotes Auténticos

El Papa Francisco entregó simbólicamente a los seminaristas de Roma los iconos de san Policarpo, san Francisco Javier y san Pablo mientras está a punto de ser decapitado, recomendándoles que vivan el sacerdocio como auténticos mediadores entre Dios y el pueblo, alegres incluso en la cruz, y no como funcionarios intermediarios, rígidos y mundanos, pendientes sólo de los propios intereses y por eso insatisfechos. Es este el perfil auténtico del sacerdote trazado por el Pontífice en la misa celebrada el viernes 9 de diciembre, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.

 

«El Señor sufrió mucho por la actitud del pueblo y algunas veces dijo: “¿Hasta cuándo tengo que soportaros?”» afirmó Francisco en la homilía. Haciendo notar enseguida cómo en el pasaje del Evangelio de Mateo (11, 16-19), propuesto por la liturgia, Jesús hace este comentario: «son como niños, a quienes les ofreces una cosa y no les gusta; ofreces lo contrario» pero tampoco les gusta eso. Personas insatisfechas, «incapaces de tener una satisfacción en su actitud con el Señor». Pero, «hay muchos cristianos insatisfechos —puso en guardia el Papa— que no consiguen entender qué nos ha enseñado el Señor; no consiguen entender el centro de la revelación del Evangelio».


Dirigiéndose directamente a la comunidad del Pontificio seminario romano mayor, «a los seminaristas y a los formadores», Francisco planteó la cuestión de si «hay también sacerdotes insatisfechos». Porque —reconoció— «los hay y hacen mucho daño cuando viven una vida que no es plena; por un lado no encuentran la paz, por otro lado, siempre pensando en proyectos y luego cuando los tienen en sus manos» dicen: «No, no me gusta». Todo esto pasa, añadió el Papa, «porque su corazón está lejos de la lógica de Jesús y por eso hay algunos sacerdotes insatisfechos, no son felices, se quejan y viven tristes».


Pero «¿cuál es la lógica de Jesús que da la plena satisfacción a un sacerdote?», se preguntó el Pontífice, sugiriendo inmediatamente la respuesta: es «la lógica del mediador». Jesús «es el mediador entre Dios y nosotros; y nosotros tenemos que seguir este camino de mediadores y no el otro modelo que se parece mucho pero no es el mismo: intermediarios». Porque, afirmó el Papa, hay «diferencia entre un mediador y un intermediario». En efecto, «el intermediario hace su trabajo y cobra su paga: quieres vender esta casa, quieres comprar una casa, yo hago de intermediario y me quedo con un porcentaje; es justo, ha sido mi trabajo». En definitiva, «el intermediario sigue este camino: él nunca pierde».


«En cambio, el mediador —explicó Francisco— se olvida de él mismo para unir a las partes, da la vida, a sí mismo, el precio es ese: la propia vida, paga con la propia vida, con su cansancio, su trabajo, muchas cosas». Y «el párroco», añadió el Papa, da la vida precisamente «para unir al rebaño, para unir a la gente, para llevarla a Jesús». Porque «la lógica de Jesús como mediador es la lógica de despojarse de sí mismo». Por lo demás, «san Pablo en la carta a los Filipenses es claro al respecto: “Se despojó de sí mismo, se humilló a sí mismo” para hacer esta unión, hasta la muerte», y la «muerte de cruz».


Por lo tanto, esta «es la lógica: vaciarse, despojarse». Y «no porque tú busques esto, sino porque la actitud de mediador te lleva a ello». Es el estilo de la «cercanía: Dios que se hizo cercano a su pueblo, en el Antiguo Testamento, y luego enviando a su Hijo, esa synkatàbasis de Dios que se acercó a nosotros». He aquí por qué «el sacerdote es un mediador muy cercano a su pueblo, muy cercano».


En cambio, precisó el Papa, el intermediario «es aquel que es un funcionario: hace su trabajo, hace las cosas más o menos bien y luego termina ese trabajo y hace otro, otro, otro, pero siempre como funcionario». El intermediario «no sabe lo que significa ensuciarse las manos; el mediador vive ensuciándose porque está allí en el medio, allí en la realidad, como Jesús: ensuciado por nuestros pecados». Es por eso, confesó Francisco, que «yo no conozco ningún hombre, ninguna mujer que trabaje como intermediario y que sea feliz sólo con eso. No, eso no te hace feliz». Por este motivo, «cuando el sacerdote cambia de mediador a intermediario no es feliz, está triste». Terminando así por buscar «un poco la felicidad en el dejarse ver, en el hacer sentir su autoridad».

 

( L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 50, viernes 16 de diciembre de 2016)

 

002183026

Te esperamos en el Centro Loyola

Actividades del Centro Loyola

Volver