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Pensar En La Muerte

«Pensar en nuestra muerte no es una fantasía mala»; de hecho, vivir bien cada día como si fuera «el último» y no como si esta vida fuera «una normalidad» que dura para siempre, podrá ayudar a encontrarse verdaderamente listos cuando el Señor llame. Es una invitación a reconocer serenamente la verdad existencial de nuestra existencia lo que el Papa Francisco propuso en la misa celebrada el viernes 17 de noviembre, por la mañana, en Santa Marta.

 

«En estas dos últimas semanas del año litúrgico —hizo presente inmediatamente— la Iglesia en las lecturas, en la misa, nos hace reflexionar sobre el final». Por una parte, claro «el final del mundo, porque el mundo se derrumbará, será transformado» y llegará «la venida de Jesús, al final». Pero, por la otra parte, la Iglesia habla también del «fin de cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros morirá: la Iglesia, como madre, maestra, quiere que cada uno de nosotros piense en la propia muerte».

 

«A mí me llama la atención —confesó el Pontífice, haciendo referencia al pasaje evangélico de san Lucas (17, 26-37)— lo que dice Jesús en este paso que hemos leído». En particular su respuesta «cuando preguntan cómo será el fin del mundo». Pero, mientras tanto, relanzó el Papa las palabras del Señor, «pensemos en cómo será mi final». En el Evangelio Jesús usa las expresiones «como sucedió en los días de Noé» y «como sucedió en los días de Lot». Para decir, explicó, que los hombres «en aquel tiempo comían, bebían, tomaban mujer, tomaban marido, hasta el día que Noé entró en el arca». Y, aún «como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían».

 

Pero he aquí, continuó el Papa, cuando llega «el día en el que el Señor hace llover fuego y azufre del cielo». En definitiva, «hay normalidad, la vida es normal —señaló Francisco— y nosotros estamos acostumbrados a esta normalidad: me levanto a las seis, me levanto a las siete, hago esto, hago este trabajo, voy a encontrar esto mañana, domingo es fiesta, hago esto». Y «así estamos acostumbrados a vivir una normalidad de vida y pensamos que esto siempre será así». Pero lo será, añadió el Pontífice, «hasta el día que Noé subió al arca, hasta el día que el Señor hizo caer fuego y azufre del cielo».

 

Porque seguramente «vendrá un día en el que el Señor nos diga a cada uno de nosotros: “ven”», recordó el Pontífice. Y «la llamada para algunos será repentina, para otros será después de una enfermedad, en un accidente: no sabemos». Pero «la llamada estará y será una sorpresa: no la última sorpresa de Dios, después de está habrá otra —la sorpresa de la eternidad— pero será la sorpresa de Dios para cada uno de nosotros».


 

(Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 47, viernes 24 de noviembre de 2017)

 

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