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Los Tres Dones De Dios

En esta perspectiva, afirmó el Pontífice, es oportuno que cada uno se plantee una pregunta: «¿Cómo siento yo la elección: me siento cristiano por casualidad? ¿Cómo vivo yo la promesa, una promesa de salvación en mi camino? ¿Y cómo soy fiel a la alianza, cómo Él es fiel?». Porque, explicó Francisco, «Él es fiel» y por esta razón «los dones y la llamada son irrevocables: Él no puede renegarse a sí mismo, Él es la fidelidad misma».

 

Por tanto, teniendo en cuenta esa verdad, el Pontífice sugirió algunas preguntas para plantearse a uno mismo: «¿Me siento elegido por Dios? ¿Siento la caricia de Dios en mi corazón? ¿Siento que Dios me ama? ¿Y me cuida? ¿Y cuando me alejo, Él va a buscarme?». Puede ser de ayuda, afirmó, pensar «en la parábola de la oveja perdida, por ejemplo: el Señor que va y las promesas que ha hecho y las alianzas».


Así, confió Francisco, «cada vez que vienen a mí los novios para que les bendiga sus anillos, veo ahí, en ese gesto, estas tres cosas: la elección —se eligen mutuamente—, la promesa de llevar la vida adelante juntos y la alianza». Precisamente «por esto el matrimonio está entre las figuras más perfectas del don de Dios.


En las sucesivas «cuatro líneas» de la carta a los Romanos el apóstol Pablo, «después de haber explicado esto, durante cuatro veces» repite «las palabras “desobediencia” y “misericordia”: hay una tensión entre las dos, donde está la desobediencia, ha habido misericordia». Pablo lo repite «cuatro veces: eso quiere decir que en el camino de la elección hacia la promesa y la alianza habrá pecados, habrá desobediencia, pero delante de esta desobediencia está siempre la misericordia».


«Es —explicó el Pontífice— como la dinámica de nuestro caminar hacia la madurez: hay siempre misericordia, porque Él es fiel, Él no revoca nunca sus dones». Y esto «está unido: los dones son irrevocables porque frente a nuestras debilidades y a nuestros pecados hay siempre misericordia y cuando Pablo llega a esta reflexión da un paso más: no de explicación a nosotros, sino de adoración».


«¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Qué insondables son tus juicios e inaccesibles sus caminos!» escribe el apóstol a los Romanos. Palabras que son «un acto de adoración, de alabanza: él se arrodilla delante de este misterio de la desobediencia y de la misericordia y nos hace libres y delante de esta belleza de los dones irrevocables como son la elección, la promesa y la alianza». Y «esta es la argumentación de Pablo: cuando no puede ir adelante con la cabeza, porque ha explicado todo, Pablo se arrodilla y adora». Él «adora en silencio». «Pienso que puede hacernos bien, a todos nosotros —sugirió el Papa— pensar hoy en nuestra elección, en las promesas que el Señor nos ha hecho y en cómo vivo yo la alianza con el Señor». Pero también, prosiguió, en «cómo me dejo —permitidme la palabra— “misericordiar” por el Señor, delante de mis pecados, mis desobediencias». Y «al final, si yo soy capaz como Pablo de alabar a Dios por esto que me ha dado, a cada uno de nosotros: alabar y hacer este acto de adoración». Concluyendo la homilía, Francisco invitó a «no olvidar nunca» que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables: Él es “el fiel”».

 

 

(L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 45, viernes 10 de noviembre de 2017)

 

 
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